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Supuesto retrato de Cervantes atribuido a Juan de Jáuregui |
Con motivo del cuatrocientos aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes (Alcalá de Henares, 29 de septiembre de 1547 – Madrid, 22 de abril de 1616) nos acercamos a la gran exposición conmemorativa dedicada al autor de El Quijote titulada "Miguel de Cervantes: de la vida al mito (1616-2016)".
Entre los muchos documentos esclarecedores que se exponen para conocer mejor su vida encontramos un elogio de la ciudad de Lisboa, incluido en su obra póstuma del Persiles. El contexto del relato hay que situarlo cuando Cervantes sigue los pasos de Felipe II hacia Lisboa, desde la primavera de 1581 a la de 1583, donde el rey habría de ceñirse la corona lusa. Allí encaminará sus pasos, sus ilusiones y pretensiones de una merced.
Dice así el certero elogio:
-Agora sabrás, bárbara mía, del modo que has de servir a Dios, con otra relación más copiosa, aunque no diferente, de la que yo te he hecho; agora verás los ricos templos en que es adorado; verás juntamente las católicas ceremonias con que se sirve, y notarás cómo la caridad cristiana está en su punto. Aquí, en esta ciudad, verás cómo son verdugos de la enfermedad muchos hospitales que la destruyen, y el que en ellos pierde la vida, envuelto en la eficacia de infinitas indulgencias, gana la del cielo. Aquí el amor y la honestidad se dan las manos, y se pasean juntos, la cortesía no deja que se le llegue la arrogancia, y la braveza no consiente que se le acerque la cobardía. Todos sus moradores son agradables, son corteses, son liberales y son enamorados, porque son discretos. La ciudad es la mayor de Europa y la de mayores tratos; en ella se descargan las riquezas del Oriente, y desde ella se reparten por el universo; su puerto es capaz, no solo de naves que se puedan reducir a número, sino de selvas movibles de árboles que los de las naves forman; la hermosura de las mujeres admira y enamora; la bizarría de los hombres pasma, como ellos dicen; finalmente, esta es la tierra que da al cielo santo y copiosísimo tributo. (Capítulo I, del libro III)
En estos días también se habla mucho de la madrileña Plaza de España, de su futura remodelación y el incierto destino del monumento a Cervantes si es, finalmente, confiado al juicio de una participación ciudadana mal concebida.
El monumento de la plaza de España a Miguel de Cervantes tiene su frente oeste o principal orientado hacia la Cuesta de San Vicente y forma un conjunto con la fuente mural adosada a la cara oriental del grupo escultórico, Fue fruto de un concurso que ganaron los arquitectos Rafael Martínez Zapatero y Pedro Muguruza Otaño y el escultor Lorenzo Coullaut Valera, iniciándose las obras en 1925 y concluyéndose provisionalmente en 1930 (con exclusión de algunos elementos y la posterior adición de otros en las décadas de los cincuenta y sesenta).
Complementa el conjunto una fuente monumental adosada a su frente posterior y oriental, de carácter mural, frente al Edificio España. Es reconocida como Fuente del Idioma Castellano por las simbólicas y directas alusiones a la Literatura y al Lenguaje, lo que refuerza la relación con el monumento al escritor, cuyas obras fueron las principales divulgadoras del idioma castellano y, por extensión, del español.
La fuente está ornamentada con diversos motivos arquitectónicos y escultóricos, una figura femenina en la cúspide y dos alegorías masculinas en las orejas del hastial.
La figura femenina es la alegoría sedente de la Literatura, que preside todo el conjunto de la fuente desde su coronación en el eje de la misma. Peinada, vestida y adornada según los usos de la época como una mujer de la aristocracia o la realeza, se sienta en una suerte de trono de líneas geométricas neorrenacentistas y apoya sus pies en un cojín con borlas sobre un basamento curvo. Mientras la mano derecha apoya en su regazo, la izquierda sostiene un libro abierto.
Las figuras laterales representan las alegorías masculinas de los dos rasgos más característicos de lo español en tiempos cervantinos: el Misticismo a la izquierda y el Valor Militar a la derecha. Ambas figuras están desnudas, aunque la militar lleva, cual representación de Marte, un casco y un escudo, y a los pies, figuraciones frutales.
Pero la carambola luso-cervantina se produce en esta figura femenina alegórica de la Literatura.
Si Miguel de Cervantes quedó fascinado con la ciudad de Lisboa y sus damas, llegando a decir "Para galas Milán, para amores Lusitania", resulta tremendamente curiosa la elección, en época contemporánea, de una dama portuguesa para representar la alegoría de la Literatura, empleando como modelo iconográfico el de la emperatriz Isabel de Portugal y su imagen más fiel, creada al alimón entre el emperador Carlos y Tiziano.
No hemos encontrado más documentación sobre la elección de la emperatriz Isabel de Portugal como modelo de esta alegoría que pueda arrojar algo de luz sobre el asunto. Nos quedamos con el modelo de virtudes que representa esta dama y con la historia de amor real protagonizada por la pareja imperial como posible fuente de inspiración literaria en época cervantina.
Fuentes:
monumentamadrid
Museo del Prado