Retrato de la infanta Mª Francisca de Braganza. Vicente López Portaña. 1823. Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Foto: Pessoas en Madrid |
María Francisca de Braganza (Queluz, 22 de abril de 1800 - Gospert, 28 de agosto de 1834) era la hermana pequeña de María Isabel de Braganza, reina de España y fundadora del Museo del Prado. De ella ya pudimos intuir ciertos rasgos de su enérgico carácter al convivir más estrechamente junto a su hermana en la Corte madrileña.
Recordemos que en 1814 el rey Fernando VII pidió a su hermana Carlota Joaquina, reina consorte de Portugal, la mano de su sobrina Mª Isabel para él y la de Mª Francisca para su hermano Carlos María Isidro. Recordemos también cómo Mª Francisca representaba el polo opuesto de su hermana Mª Isabel, tanto física como anímicamente. Más alta, más elegante, amante de la caza y la equitación, de carácter extrovertido y dominante, como su madre.
Retrato del infante Carlos María Isidro de Borbón. Vicente López Portaña. 1823. Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Foto: Pessoas en Madrid |
Fue Mª Francisca quien hizo que su hermana abriera los ojos ante la realidad del carácter infiel del rey y quien quiso poner remedio aconsejándola el empleo de otro tipo de armas de seducción, con un resultado desastroso. La que trató en vano de evitar su muerte en el último momento, enfrentándose al rey, ante la opción que este tuvo que tomar en el dramático y último parto de la reina.
Pero Mª Francisca también estaba dotada, al contrario que su hermana, para la política, la intriga y la ambición. Así como el rey sentía un gran afecto por su hermano Carlos María Isidro, de carácter tímido y al que protegía, la relación con su cuñada Mª Francisca era de total aversión por ver reflejada en ella lo peor de su propia madre, María Luisa de Parma, y por pensar que influía negativamente en su hermano.
Al dar a luz Mª Francisca en el Palacio Real de Madrid el 31 de enero de 1818, antes que Mª Isabel, a un robusto varón al que llamaron Carlos Luis, quedó automáticamente en segundo lugar de la línea de sucesión y con ellos se abrió otra etapa negra más de la historia de España: Las Guerras Carlistas.
Desde su posición de consorte del que podría haber sido Carlos V de España, fue una de las personalidades que más incitaron a los llamados "realistas" en contra de Fernando VII. A partir de 1832 María Francisca siguió a su marido "invitado" al periplo de exilio que le hizo recorrer la península, incluyendo Portugal, como consecuencia de su negativa a aceptar la Pragmática Sanción, que abolía la Ley Sálica y permitía el acceso al trono a la infanta Isabel, futura reina Isabel II.
Dos años después, el matrimonio y sus hijos se trasladaron a Inglaterra donde quedaron momentáneamente retenidos para evitar su entrada de nuevo en la península. Se instalaron en una casa de campo en Gospert, villa cercana a Portsmouth. El 28 de agosto de 1834 María Francisca murió en Inglaterra poco después de que su marido partiera para ponerse al frente de sus tropas en España.
Sus restos mortales fueron trasladados a la catedral de San Giusto, Trieste, considerada "El Escorial" de los carlistas. A su muerte, el infante Don Carlos se volvió a casar, esta vez con su cuñada y sobrina la infanta María Teresa de Braganza, princesa de Beira, hermana mayor de María Francisca y María Isabel.
María Teresa de Braganza, princesa de Beira, por N.A. Taunay |
Recordemos que la princesa de Beira era viuda de D. Pedro Carlos de Borbón y Braganza, hijo a su vez de D. Gabriel de Borbón y de la infanta Mariana Victoria de Braganza.
Debido al fuerte temperamento de María Francisca de Braganza, de ella se ha dicho de todo. Que si soltaba más tacos que un arriero de la Mancha. Que si sufrió ataques de histeria cuando Fernando VII anunció sus terceras y luego sus cuartas nupcias tras enviudar sucesivamente. Que si una vez arrojó por la ventana una vajilla de plata de ley con incrustaciones de oro...
A pesar de todo ello, a pesar de su innato absolutismo, es un personaje que nos ha caído en gracia por varios motivos. En primer lugar porque, tras ese duro aspecto físico, se escondía una gran aficionada a las artes, en especial a la pintura, llegando a realizar obras de cierto valor. La Academia de San Fernando conserva varios dibujos de su mano. Pero fundamentalmente porque ejerció de cuñada "incómoda" para Fernando VII. Porque queda claro que su felón cuñado estuvo en su punto de mira desde que llegó a Madrid y porque trató de proteger a su soñadora hermana hasta el último minuto de esta.
Aún nos queda otra hermana venida de Brasil, la que debía haberse casado con Fernando VII pero se casó por amor con un apuesto primo, a la que conoceremos próximamente.