Retrato de Dª. Bárbara de Braganza por Jean Ranc. Museo del Prado. |
Dos años después de contraer matrimonio el rey D. João V de Portugal con la archiduquesa María Ana de Austria en 1708, prometió a S. Antonio que construiría un monasterio en su honor si le concedía la gracia de tener descendencia. El 4 de diciembre de 1711 nació la infanta María Teresa Bárbara que llegaría a ser la décimo primera reina de España de ascendencia real portuguesa y conocida como Bárbara de Braganza. Cuando Bárbara cumplió seis años el rey de Portugal colocó la primera piedra del convento de Mafra, cumpliendo así la promesa que le hizo al santo lisboeta.
El imponente monasterio siguió el modelo arquitectónico y programático del Escorial, reuniendo en él basílica, convento, palacio y biblioteca. Inspiró la novela Memorial del convento de José Saramago.
Monasterio de Mafra. |
Retrato de Doménico Scarlatti por Domingo Antonio Velasco. 1738. |
A partir de los catorce años el destino de Bárbara parece estar dominado por la figura de su futura suegra italiana, la reina Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V. Fue conocida por su excesiva ambición, su gusto por la manipulación y obsesionada por situar bien a sus hijos la infanta María Ana Victoria y los infantes Carlos y Felipe, igualándolos a los hijos del primer matrimonio de Felipe V con María Luisa Gabriela de Saboya, Luis y Fernando.
Como ya hicieran dos siglos antes el emperador Carlos I y su primo D. João III de Portugal casando con sus hermanas Catalina de Austria e Isabel de Avis, los reyes de España y Portugal volvieron a concertar un doble matrimonio muy conveniente para todos entre sus herederos Fernando, príncipe de Asturias (tras la muerte del primogénito Luis) y José, príncipe de Brasil con sus hermanas María Ana Victoria de Borbón y Bárbara de Braganza.
Además de pactar cuestiones pendientes entre ambos Estados como la firma del Tratado de Utrech y la delimitación de los reinos de América del Sur, se solicitó un retrato de Bárbara, como era costumbre en estos casos, ante los comentarios negativos que llegaban desde Lisboa sobre el aspecto de la infanta después de sufrir la viruela.
El retrato tardó bastante en llegar, dicen que no se inició hasta haberse concluido totalmente el tratamiento al que tuvo que ser sometida para mejorar su aspecto. Cuando el embajador español trajo el cuadro hizo saber que era muy diferente a la realidad, que habían favorecido mucho sus facciones. Al recibirlo Fernando lo guardó y no lo dejó ver a nadie para no herir susceptibilidades. Hoy se encuentra en el Prado y en él vemos a una hermosa joven de aspecto muy agradable.
Retrato de Dª. Bárbara de Braganza por Domenico Dupra. Museo del Prado. |
Otro problema que se planteaba, esta vez del lado español, era la conveniencia o no de que se casara el príncipe de Asturias con catorce años. Su ayo manifestó que no lo debía de hacer por lo menos hasta los dieciocho por no haber completado todavía su desarrollo y faltarle la necesaria robustez para que sus relaciones sexuales fuesen completas. Su médico era de la misma opinión, señalando un pequeño defecto físico de conformación. Pero al final prevaleció la tenaz opinión de la reina Isabel de Farnesio que, conocedora de la debilidad congénita del príncipe, favorecía sus planes presentes y futuros.
El día 19 de enero de 1729 se realizó el intercambio de esposos en la frontera del río Caya, entre Elvas y Badajoz, siguiendo el modelo suntuoso que siglos antes se realizaba sobre el río Bidasoa cuando había una boda real entre España y Francia. Esta vez se construyeron tres pabellones sobre un puente, uno en cada orilla y otro más lujoso en el centro donde se hizo el intercambio de princesas.
Intercambio de princesas en el río Bidasoa. (Detalle). Peter van der Meulen. 1615. Real Monasterio de la Encarnación. |
Finalmente se encontraron nuestros novios cara a cara. Por las descripciones de contemporáneos, ninguno de los dos era especialmente agraciado. Eso si, Bárbara tenía una altura y porte muy nobles. Fernando, además de muy tímido e inseguro, era consciente de no haber sido educado convenientemente por culpa de su madrastra. Isabel de Farnesio favoreció siempre la formación de sus hijos Carlos y Felipe, para ella más despiertos, curiosos e instintivos.
Retrato de D. Fernando VI por Louis Michel van Loo. Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid. Foto: Pessoas en Madrid |
Pronto corrió el rumor de que ante la primera noche de bodas, Fernando se atiborró de atún seco, considerado entonces un poderoso afrodisíaco, con el triste resultado de pasar toda la noche vomitando. Poco tiempo después Bárbara sería consciente del problema al que se enfrentaba y es probable que la fundación del monasterio de Las Salesas Reales de Madrid estuviera relacionada con alguna promesa similar a la que hizo su padre por el mismo motivo.
Bárbara comenzó a manifestar, en la convivencia con sus suegros, su gran cultura, buena educación y, sobre todo, tacto, lo que despertó la envidia y después la antipatía de Isabel de Farnesio. A la dificultad en las relaciones físicas con su marido se añadió otro vía crucis más, la rivalidad con su suegra. Una de las reinas más inteligentes, astutas y con recursos que se hayan sentado en el trono de España...
Retrato de Isabel de Farnesio por Jean Ranc. Museo del Prado. |
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BIBLIOGRAFÍA
Infantas de Portugal, rainhas em Espanha. Marsilio Cassotti. A esfera dos livros. 2012