"¡Ay! ¡Pobre Yorick! ¿Qué se hicieron de tus burlas, tus brincos, tus cantares y aquellos chistes que animaban la mesa con alegre estrépito? Ahora, falto ya de músculos, ni puedes reírte de tu propia deformidad...".
Esta es la reflexión sobre la muerte y el paso del tiempo que William Shakespeare pone en boca de Hamlet, príncipe de Dinamarca, cuando a la vuelta de su destierro en Inglaterra se informa de la muerte de Yorick, bufón de la corte y amigo de infancia. Hamlet la pronuncia sosteniendo en la mano la calavera que acaba de sacar de la tumba de su amigo.
En 1652, medio siglo después de ser escrita esta pieza, el rey Felipe IV, con cuarenta y siete años de edad y quizás algo cansado de una vida repleta de excesos, haría una reflexión similar a la de Hamlet. Pensaría ya en la fugacidad de la vida al ordenar al cochero que aminorase la marcha cuando pasaba ante la fachada de la Hospedería del Paular de la madrileña Calle de Alcalá.
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Localización de la Hospedería del Paular en la calle de
Alcalá esquina con Los Peligros (hoy calle de Sevilla)
en el plano de Teixeira. 1656. |
Al rey le gustaba admirar con detalle la escultura de San Bruno que había labrado en piedra quien hoy se considera mejor escultor de su época y al que admiraba, el portugués afincado en Madrid, Manuel Pereira. Había llegado a sus oídos lo que la gente decía de este San Bruno, que "no habla porque es cartujo".
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San Bruno. Escultura en piedra de Manuel Pereira.
Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Fotos: Pessoas en Madrid |
Pero el rey sabía que esa frase la había pronunciado él mismo diecisiete años antes mientras contemplaba, absorto, el otro San Bruno en madera que Pereira hizo en su taller de la calle Cantarranas (actual Lope de Vega) por encargo del cardenal Zapata para la Cartuja de Miraflores de Burgos.
En aquella ocasión permaneció en un prolongado silencio rodeado de algunos cortesanos hasta que el más adulador de ellos, conocedor de la admiración que el rey tenía por el escultor, se le acercó susurrando: "No le falta más que hablar". El rey salió de su ensimismamiento diciendo: "Si pudiera no lo haría porque es cartujo".
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San Bruno. Escultura en madera policromada de Manuel Pereira.
Cartuja de Miraflores. Burgos. Foto: Palios |
No es casual que comencemos este artículo con la imagen de tres de los mejores actores de la escena británica de todos los tiempos que han dado vida a Hamlet (L. Olivier, D. Jacobi y K. Branagh). Vienen a nuestras páginas para reforzar la idea de que hablar de Manuel Pereira (Oporto, 1588 - Madrid, 1683) es hablar de uno de los grandes escultores barrocos de la península junto a Gregório Fernández y Martínez Montañés, siendo su concepto de teatralidad completamente diferente a la de éstos últimos.
Sus obras se extendieron por toda la península ibérica, localizándose en Alcalá de Henares, Amorebieta, Ávila, Bemfica, Burgos, Loeches, Longares, Madrid, Martín Muñoz de las Posadas, Murcia, Pamplona, Salamanca, Segovia, Sevilla, Soria y Torrejón de Velasco. Como iremos viendo, muchas de ellas desaparecieron al comienzo de la Guerra Civil.
Llegó a ser el representante madrileño de la escuela castellana de escultura naturalista del siglo XVII. Su estilo está marcado por un naturalismo sin afectación, arrogante en su apostura, esbelto y elegante, cuya repercusión llegó hasta el siglo XVIII. Su realismo aglutina la finura andaluza de Martínez Montañés y el misticismo castellano de Gregorio Fernández. Supo fusionar con habilidad el realismo dramático tan del gusto español con la dulzura del arte portugués, pero huyendo siempre del gusto por el histrionismo y del pathos exacerbado.
¿Cómo llega a Madrid? Se sabe que nació en Oporto en 1588, hijo de André Gomes Pereira y de Guiomar de Resende pero se desconocen todos los datos relativos a su formación. Se cree que pudo formarse en Italia y en Valladolid ya que a partir de 1600 consta su presencia en los ambientes de una recién estrenada corte de Felipe III y posteriormente en la de Felipe IV donde ya permanecería trabajando hasta su muerte.
Su primera obra conocida está documentada en 1624, tres años después de la subida al trono de Felipe IV, cuando llega a Alcalá de Henares para realizar las esculturas de la fachada de la iglesia levantada por la Compañía de Jesús (actual iglesia de Santa María).
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Foto: Pessoas en Madrid |
Un año después contraería matrimonio en Madrid con María González de Estrada, madre de sus dos hijos y fallecida en 1639. Para esa fachada representó en piedra a San Ignacio, San Francisco Javier, San Pedro y San Pablo.
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San Ignacio de Loyola |
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San Francisco Javier |
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San Pedro |
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San Pablo
Fotos: Pessoas en Madrid |
En 1634 realizó para el retablo Mayor de este templo junto con el escultor Bernabé de Contreras, por 800 ducados, las esculturas dedicadas a San Ignacio de Loyola, Santa Catalina mártir, San Francisco Javier, Santa Inés, San Pedro, San Esteban, San Pablo y San Lorenzo. Todas ellas se perdieron en 1936.
Para el Convento Cisterciense de San Bernardo (Madres Bernardas) de Alcalá realizó en 1626 un San Bernardo ensimismado en la lectura, labrado en piedra, para la fachada del templo.
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San Bernardo |
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San Bernardo. Detalle.
Fotos: Pessoas en Madrid |
Y para el Colegio de Santo Tomás de Aquino (Padres Dominicos) de Alcalá talló en 1638 una Virgen del Rosario con el Niño, encargo de Francisco de Oviedo por 300 ducados, actualmente desaparecida.
Ya en Loeches labró en piedra hacia 1646 las esculturas de Santo Domingo y Santa Catalina de Siena para la iglesia del monasterio de la Inmaculada Concepción (Madres Dominicas), por encargo de la duquesa de San Lúcar, viuda del Conde-duque de Olivares. Dicho Monasterio alberga el panteón de la Casa de Alba.
En Torrejón de Velasco recibió el encargo de ocho esculturas en 1661 para la iglesia de San Esteban, de las que sólo pudo terminar las de San Pedro y San Pablo debido a una enfermedad. Las otras seis (San Juan Bautista, San Juan Evangelista y cuatro Doctores de la iglesia) fueron realizadas por su discípulo Manuel Correa. Todas ellas desaparecieron en 1936.
Su obra en la capital del reino fue muy extensa, si bien quedó también muy mermada después de la Guerra Civil como veremos en la siguiente entrega.
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BIBLIOGRAFÍA:
DOMUS PUCELAE. J. M. Travieso.
lahornacina.com, Semblanzas.
P. D.
A mi padre, quien nos dejó inesperada y plácidamente este domingo tras cerrar este primer artículo de Pereira.
IN MEMORIAM