Su estancia en España está documentada a partir de 1644 cuando testificó ante el Santo Oficio en el proceso abierto contra el escultor navarro José Martínez, diciéndose natural de Oporto y edad de 44 años, avecindado en Madrid en la calle de Huertas.
Cinco años después, en 1649, contrató junto a los pintores Antonio Ponce y Francisco de Aguirre las decoraciones de las gradas de la iglesia de San Felipe Neri, con ocasión de la entrada en Madrid de Mariana de Austria.
En 1624 su maestro Manuel Pereira había concertado la talla de ocho estatuas para el retablo de la iglesia de Torrejón de Velasco (Toledo). Como quiera que en 1662 solo había acabado dos, encargó a su discípulo Manuel Correa que terminase las seis restantes.
En su nombre se documentan también las esculturas de los santos titulares de la iglesia de los Santos Justo y Pastor de Toledo en 1653, además del Cristo de las Victorias colocado en el altar de la iglesia de la Asunción de Parla en 1665, obras todas ellas perdidas.
Afortunadamente, entre las obras de Manuel Correa que aún podemos ver en Madrid se encuentran las de San Juan de la Mata y San Félix de Valois, fundadores de los Trinitarios en el siglo XII, situadas a los lados del Retablo Mayor del Convento de las Trinitarias descalzas, dedicado a San Ildefonso (obra de Manuel de Mesa, del siglo XVIII).
En 1655, Fernando Antonio de Solórzano, siguiendo las disposiciones testamentarias de su padre, contrató con Manuel Correa la ejecución de tres estatuas, las de sus padres Juan de Solórzano Pereira y Clara de Paniagua y la del obispo de Bogotá, Bernardino de Almansa, con destino al panteón familiar.
Antonio Ponz llegó a ver las esculturas de los esposos en el lado de la epístola de la iglesia del convento del Caballero de Gracia. Sólo ha llegado hasta nosotros la del autor de la Política Indiana, perteneciente al Museo del Prado y guardada en depósito en el Museo Arqueológico Nacional, tras haber ingresado en el Museo Nacional de Pinturas de la Trinidad.
Se trata de una estatua orante en alabastro blanco veteado de gris oscuro de gran calidad y presenta algunos desperfectos, como la rotura de las manos. El modelo iconográfico es el difundido por los Leoni en obras como las estatuas funerarias orantes de Carlos V o de Felipe II del monasterio del Escorial y se considera uno de los ejemplos más notables de la escultura funeraria madrileña del siglo XVII.
El escultor declaró en 1662 que había acabado una de las tres esculturas por lo que reclamó el pago correspondiente, hecho que ha facilitado la datación de la obra.
El escultor declaró en 1662 que había acabado una de las tres esculturas por lo que reclamó el pago correspondiente, hecho que ha facilitado la datación de la obra.
La figura orante está arrodillada sobre dos almohadones; viste calzas, ropilla, golilla almidonada y amplia toga -por su condición de jurista- que deja ver en el lado izquierdo la cruz de la Orden de Santiago. El rostro está basado en el retrato que aparece grabado en una de las obras jurídicas de Solórzano, la Política Indiana, publicada en 1647.
Juan de Solórzano Pereira (1575-1655) ocupó el cargo de oidor de la Real Chancillería del Perú desde 1610. Residió en Lima casi veinte años, destacando en su defensa de los derechos de los indios. A su regreso, Felipe IV le nombró fiscal de los consejos de Hacienda, Indias y Castilla, y caballero de Santiago.
Renombrado jurista y escritor, heredó el Patronato de la capilla mayor de la iglesia del Convento de Caballero de Gracia de Madrid y decidió convertirla en panteón familiar.
Manuel Correa falleció en Madrid el 14 de abril de 1667; dos días antes había otorgado poder para testar dejando por testamentarios a su mujer, Francisca de Peñalosa y al arquitecto Sebastián de Benavente.
Renombrado jurista y escritor, heredó el Patronato de la capilla mayor de la iglesia del Convento de Caballero de Gracia de Madrid y decidió convertirla en panteón familiar.
Manuel Correa falleció en Madrid el 14 de abril de 1667; dos días antes había otorgado poder para testar dejando por testamentarios a su mujer, Francisca de Peñalosa y al arquitecto Sebastián de Benavente.
Estaba deseando conocer la historia de este escultor, Antonio, me ha encantado leer tu post. Tengo que volver al Arqueológico para ver esa magnífica estatua... Muchas gracias, ¡también por el enlace!
ResponderEliminarAbrazos
Hola Mercedes. Muchas gracias a ti por ponerme la pista tan fácil. Han llegado hasta nosotros pocas obras suyas, pero desde luego son de gran calidad. Todo un desconocido a añadir al elenco de escultores del siglo de oro español con raíces lusas.
EliminarUn abrazo
Hola Antonio:
ResponderEliminarPuede ser que esté yo muy impresionable, pues lo cierto es que la escultura que nos enseñas de Manuel Correa me transmite una espiritualidad sobrecogedora, a la vez de parecer profundamente humana.¡Cuánto nos hemos perdido con toda su obra desaparecida!.
(No puedo dejar de relacionar precisamente hoy que hemos visto la emocionada despedida de Iker, que se nos va a Oporto, con Manuel que nació en esa encantadora ciudad en 1600,..¡va a estar muy bien allí!.).
Un abrazo.
Hola Teresa. Tienes razón en tus apreciaciones sobre la estatua funeraria. Creo que en parte se debe a la textura especial del alabastro, que yo compararía con la transparencia y calidez de la piel humana.
Eliminar¡Ya lo creo que Iker va a estar muy bien en Oporto!
Pero no me quito de la cabeza la preocupación desde que me enteré que todo el imponente patrimonio industrial que suponen las bodegas de la margen izquierda del Douro (Vila Nova de Gaia) está en serio peligro de desaparecer. Desde que hace pocos años las bodegas envejecen los vinos en las mismas fincas que producen la uva, sus antiguas bodegas del XVIII han quedado sin uso y van cediendo poco a poco a la presión urbanística o transformándose en locales de ocio no regulado. Si no se consigue corregir el error de no haber protegido esta margen del río, la esencia de Oporto cambiará irremediablemente.
Un abrazo.