miércoles, 25 de septiembre de 2013

Alma lusa

 


Acabábamos de ver una extraordinaria Maribel y la extraña familia, de Miguel Mihura, en el Infanta Isabel. Dada la hora que era comenzó a apretar el hambre y nos preguntamos:
- ¿No había cerca de aquí un nuevo restaurante portugués?
          - Si, Alma lusa.

Consultamos rápidamente en la red y a continuación buscamos la Calle Colmenares nº 5.

Alma lusa está en una calle muy corta, por detrás de la Casa de las siete chimeneas. Mientras pasamos por delante de su fachada, explico rápidamente a mi hija la leyenda del caserón y el hallazgo de esqueletos emparedados durante las obras de reforma que hizo el Ministerio de Cultura. Pero mis pensamientos estaban ya puestos en la cena que podíamos degustar en breves momentos...


Ao pé de um bom estômago coincidiu sempre uma boa alma.
Junto a un buen estómago coincidió siempre una buena alma.
Camilo de Castelo Branco 1825-1890, Escritor portugués.

Nos sorprendió muy gratamente un local con una decoración sencilla, actual, sin pretensiones y con las justas concesiones a tópicos y a señas de identidad.

Si el local es acogedor y sorprendente, la atención personal y la carta no se quedaron atrás.

Según cuentan en su página web, su cocina busca la fusión de platos clásicos portugueses con una presentación y toque moderno. Se compone de un equipo joven y dinámico que quiere dar a conocer la gastronomía de Norte a Sur de Portugal formado por Filipe Silva, gerente y jefe de sala; Helder Almeida y João Silva, como jefes de cocina.


Fotos: eltenedor.es

En la carta podemos encontrar entradas típicamente lusas como las sabrosas almejas à Bulhão Pato (¡hasta hace poco pensaba que era el nombre de alguna especie de pato cuando en realidad se trata de un poeta y gastrónomo del XIX!) o el caldo verde junto a sabores más nuestros como gambas al ajillo o revuelto de setas. Originales ensaladas con bacalao, açordas, cataplanas, arroces, 14 variedades de bacalao, tradicionales carnes para todos los gustos y dulcísimos postres componen la sabrosa oferta gastronómica.

En al carta de vinos están representadas cinco de las regiones con D.O. de Portugal, Alentejo, Setúbal, Dão, Douro y Minho que vale la pena ir conociendo poco a poco.

Todo lo que elegimos estaba impecable, bien presentado y muy sabroso. Las raciones son espléndidas -característica del país vecino- y los precios resultan más que ajustados, lo que es muy de agradecer en los tiempos que corren.




Encontramos también muy acertado el empleo en el logo de Alma lusa del Coração de Viana, un símbolo portugués característico de la joyería del norte del país, cada vez más reproducido y empleado en todos los ámbitos como en la singular pieza creada por la escultora Joana de Vasconcelos expuesta en Versalles, Florencia y en el Palacio Nacional de Ajuda de Lisboa.


 
 
Fuente y fotos: www.almalusa.es

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Manuel Pereira (I)

 


 
 

 
 
 
 

"¡Ay! ¡Pobre Yorick! ¿Qué se hicieron de tus burlas, tus brincos, tus cantares y aquellos chistes que animaban la mesa con alegre estrépito? Ahora, falto ya de músculos, ni puedes reírte de tu propia deformidad...".

 
 
 
 
Esta es la reflexión sobre la muerte y el paso del tiempo que William Shakespeare pone en boca de Hamlet, príncipe de Dinamarca, cuando a la vuelta de su destierro en Inglaterra se informa de la muerte de Yorick, bufón de la corte y amigo de infancia. Hamlet la pronuncia sosteniendo en la mano la calavera que acaba de sacar de la tumba de su amigo.
 
En 1652, medio siglo después de ser escrita esta pieza, el rey Felipe IV, con cuarenta y siete años de edad y quizás algo cansado de una vida repleta de excesos, haría una reflexión similar a la de Hamlet. Pensaría ya en la fugacidad de la vida al ordenar al cochero que aminorase la marcha cuando pasaba ante la fachada de la Hospedería del Paular de la madrileña Calle de Alcalá.
 
 
Localización de la Hospedería del Paular en la calle de
Alcalá esquina con Los Peligros (hoy calle de Sevilla)
en el plano de Teixeira. 1656.
 
Al rey le gustaba admirar con detalle la escultura de San Bruno que había labrado en piedra quien hoy se considera mejor escultor de su época y al que admiraba, el portugués afincado en Madrid, Manuel Pereira. Había llegado a sus oídos lo que la gente decía de este San Bruno, que "no habla porque es cartujo".
 
 

 



San Bruno. Escultura en piedra de Manuel Pereira.
Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Fotos: Pessoas en Madrid
 
Pero el rey sabía que esa frase la había pronunciado él mismo diecisiete años antes mientras contemplaba, absorto, el otro San Bruno en madera que Pereira hizo en su taller de la calle Cantarranas (actual Lope de Vega) por encargo del cardenal Zapata para la Cartuja de Miraflores de Burgos.
 
En aquella ocasión permaneció en un prolongado silencio rodeado de algunos cortesanos hasta que el más adulador de ellos, conocedor de la admiración que el rey tenía por el escultor, se le acercó susurrando: "No le falta más que hablar". El rey salió de su ensimismamiento  diciendo: "Si pudiera no lo haría porque es cartujo".
 
 
San Bruno. Escultura en madera policromada de Manuel Pereira.
Cartuja de Miraflores. Burgos. Foto: Palios
 
 
No es casual que comencemos este artículo con la imagen de tres de los mejores actores de la escena británica de todos los tiempos que han dado vida a Hamlet (L. Olivier, D. Jacobi y K. Branagh). Vienen a nuestras páginas para reforzar la idea de que hablar de Manuel Pereira (Oporto, 1588 - Madrid, 1683) es hablar de uno de los grandes  escultores barrocos de la península junto a Gregório Fernández y Martínez Montañés, siendo su concepto de teatralidad completamente diferente a la de éstos últimos.
 
Sus obras se extendieron por toda la península ibérica, localizándose en Alcalá de Henares, Amorebieta, Ávila, Bemfica, Burgos, Loeches, Longares, Madrid, Martín Muñoz de las Posadas, Murcia, Pamplona, Salamanca, Segovia, Sevilla, Soria y Torrejón de Velasco. Como iremos viendo, muchas de ellas desaparecieron al comienzo de la Guerra Civil.
 
Llegó a ser el representante madrileño de la escuela castellana de escultura naturalista del siglo XVII. Su estilo está marcado por un naturalismo sin afectación, arrogante en su apostura, esbelto y elegante, cuya repercusión llegó hasta el siglo XVIII. Su realismo  aglutina la finura andaluza de Martínez Montañés y el misticismo castellano de Gregorio Fernández. Supo fusionar con habilidad el realismo dramático tan del gusto español con la dulzura del arte portugués, pero huyendo siempre del gusto por el histrionismo y del pathos exacerbado.
 
¿Cómo llega a Madrid? Se sabe que nació en Oporto en 1588, hijo de André Gomes Pereira y de Guiomar de Resende pero se desconocen todos los datos relativos a su formación. Se cree que pudo formarse en Italia y en Valladolid ya que a partir de 1600 consta su presencia en los ambientes de una recién estrenada corte de Felipe III y posteriormente en la de Felipe IV donde ya permanecería trabajando hasta su muerte.
 
Su primera obra conocida está documentada en 1624, tres años después de la subida al trono de Felipe IV, cuando llega a Alcalá de Henares para realizar las esculturas de la fachada de la iglesia levantada por la Compañía de Jesús (actual iglesia de Santa María).
 
 
Foto: Pessoas en Madrid
 
 
Un año después contraería matrimonio en Madrid con María González de Estrada, madre de sus dos hijos y fallecida en 1639. Para esa fachada representó en piedra a San Ignacio, San Francisco Javier, San Pedro y San Pablo.


San Ignacio de Loyola

San Francisco Javier

San Pedro

San Pablo
Fotos: Pessoas en Madrid
 
 
En 1634 realizó para el retablo Mayor de este templo junto con el escultor Bernabé de Contreras, por 800 ducados, las esculturas dedicadas a San Ignacio de Loyola, Santa Catalina mártir, San Francisco Javier, Santa Inés, San Pedro, San Esteban, San Pablo y San Lorenzo. Todas ellas se perdieron en 1936.
 
Para el Convento Cisterciense de San Bernardo (Madres Bernardas) de Alcalá realizó en 1626 un San Bernardo ensimismado en la lectura, labrado en piedra, para la fachada del templo.
 
 
San Bernardo
 
San Bernardo. Detalle.
Fotos: Pessoas en Madrid
 
 
Y para el Colegio de Santo Tomás de Aquino (Padres Dominicos) de Alcalá talló en 1638 una Virgen del Rosario con el Niño, encargo de Francisco de Oviedo por 300 ducados, actualmente desaparecida.
 
Ya en Loeches labró en piedra hacia 1646 las esculturas de Santo Domingo y Santa Catalina de Siena para la iglesia del monasterio de la Inmaculada Concepción (Madres Dominicas), por encargo de la duquesa de San Lúcar, viuda del Conde-duque de Olivares. Dicho Monasterio alberga el panteón de la Casa de Alba.
 
En Torrejón de Velasco recibió el encargo de ocho esculturas en 1661 para la iglesia de San Esteban, de las que sólo pudo terminar las de San Pedro y San Pablo debido a una enfermedad. Las otras seis (San Juan Bautista, San Juan Evangelista y cuatro Doctores de la iglesia) fueron realizadas por su discípulo Manuel Correa. Todas ellas desaparecieron en 1936.
 
Su obra en la capital del reino fue muy extensa, si bien quedó también muy mermada después de la Guerra Civil como veremos en la siguiente entrega.
 
 
 
 
ARTÍCULOS RELACIONADOS:
 
 
 
BIBLIOGRAFÍA:
 
DOMUS PUCELAE. J. M. Travieso.
lahornacina.com, Semblanzas. 
 
 
 
P. D.
 
A mi padre, quien nos dejó inesperada y plácidamente este domingo tras cerrar este primer artículo de Pereira.
 
IN MEMORIAM 


martes, 10 de septiembre de 2013

Santa Beatriz da Silva





El pasado día 17 de agosto se celebró en Portugal la festividad de Santa Beatriz da Silva (Campo Maior, 1424 - Toledo, 1492). Fue beatificada por Pío XI el 28 de julio de 1926 y canonizada solemnemente el 3 de octubre de 1976 por Pablo VI.

Hija del alcalde de Campo Maior Ruy Gómes da Silva (no confundir con el homónimo príncipe de Éboli) e Isabel de Meneses, condesa de Portalegre y emparentada con la realeza, es un ejemplo más de familia itinerante entre España y Portugal.

Doña Beatriz fue seleccionada en Portugal por la futura reina de Castilla Doña Isabel de Portugal para formar parte de su séquito en calidad de dama, llegando a Castilla en 1447 donde se celebró el matrimonio real con Juan II de Trastámara.

Su historia en Castilla tuvo luces y sombras. Estuvo marcada por el azar de despertar la ira, la exacerbada celotipia de la reina y el atroz tormento al que la sometió, como también ocurriría después con el favorito Álvaro de Luna y su más conocido desenlace.

Según contó la propia reina mucho tiempo después a su hija Isabel la católica, los hechos ocurrieron de esta manera:

Estando la reina junto al rey en Tordesillas en los primeros meses del embarazo de su segundo hijo Alfonso, un cortesano hizo un desafortunado comentario acerca de la supuesta amante del rey que desagradó a la reina.
Se trataba de Beatriz da Silva, joven de gran belleza, profunda religiosidad,  y de la que la mayoría de los caballeros de la corte decían estar enamorados.
Para colmo de males, unos días antes de oír dicho comentario, el rey había alabado en público la belleza de Beatriz.
Presa de una ira incontrolable, en cuanto la reina se quedó a solas con su dama le ordenó que la siguiera hasta el sótano del palacio y allí la encerró bajo llave dentro de un arcón.
Pasados tres días sin espacio, luz, agua ni comida, una aparición de la Virgen le reveló que no desesperara porque finalmente sería liberada.
El conde de Cifuentes, tío de Beatriz, preguntó a la reina acerca de su sobrina, a lo que ella respondió simplemente que le acompañase al sótano y allí le contó lo sucedido. Cuando el conde abrió el arcón encontró a su sobrina sana, salva y dicen que hasta más hermosa que antes.
En ese momento Isabel se dio cuenta de su mal proceder y pidió perdón a Beatriz, quien atribuyó su salvación a un milagro de la Virgen.


Retrato de Santa Beatriz y arcón donde fue encerrada por la Reina en Tordesillas.
Actualmente, en el claustro superior del Convento de Toledo.


Pocos días después Beatriz abandonó el palacio de Tordesillas y se dirigió a Toledo donde ingresó en el Monasterio de las Dueñas de Santo Domingo el Real llegando a ser la fundadora de la Orden de las Concepcionistas en honor a la Inmaculada que, según ella, la salvó en aquella ocasión.

Años después de su huida a Toledo tuvo el inestimable apoyo de su pariente lejana Isabel la Católica en la fundación de la Orden cuya aprobación por parte de la Santa Sede fue concedida en 1498. La actitud de la nueva reina hacia Beatriz corrobora la veracidad de lo esencial de este relato. 

Retrato de Isabel la Católica.


Otro relato extraído de las Crónicas de Fray Marcos de Lisboa cuenta lo que le ocurrió en su huida de la Corte hacia Toledo:

En este camino fue confortada por el Señor con otro aparescimiento, y oyó que la llamaban en lenguaje portugués, y volviéndose  a ver quién la llamaba, vio venir dos frailes franciscanos, Francisco de Asís y Antonio de Lisboa. Saludáronla con palabras de mucha consolación, y no solo le quitaron todo el temor, y angustia de su alma, mas entre otras muchas palabras le dijeron que fuese muy segura y cierta, que con el favor de la madre de Dios sería ella madre de muchas hijas, muy benditas y nombradas, y estimadas en el mundo.

San Francisco de Asís y San Antonio de Lisboa


¿Estaría Madrid en ese camino que tomó Beatriz para ir desde Tordesillas a Toledo? Entra en lo verosímil. Así mismo pudo acompañar a su celosa Señora en alguna de las estancias que Juan II hacía en Madrid cuando eran convocadas allí las Cortes, como lo atestigua la placa del lugar donde estuvieron las casas del Contador Alonso Álvarez de Toledo en la Calle de Santa Clara nº 2.

Más cierto es que Tirso de Molina se inspiró en la santa al escribir la comedia palaciega Doña Beatriz de Silva y que Madrid recuerda a Santa Beatriz de Silva con el colegio concertado de ese nombre en la calle de Alfonso Martínez Conde 4, en el barrio de Carabanchel.






BIBLIOGRAFÍA

Infantas de Portugal, rainhas em Espanha. Marsilio Cassotti. A esfera dos livros. 2012.

Recuerdos portugueses en Madrid. José María Sanz García. Instituto de Estudios Madrileños. 1992.

Mujeres peninsulares entre Portugal y España. María Isabel Barbeito Carneiro. Península. Revista de Estudos Ibéricos. nº 0. 2003.