lunes, 25 de marzo de 2013

San Juan de Dios

 


El pasado sábado, 16 de Marzo, el diario ABC publicaba un interesante artículo dedicado a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, con fuerte implantación y labor social y asistencial entre nosotros.

La llegada de los Hermanos de San Juan de Dios a Madrid se debe al Hermano Antón Martín, primer discípulo del Santo Fundador San Juan de Dios allá por el año 1552.

El artículo describe a continuación los cuatro importantes centros regidos por los Hermanos con que cuenta la Comunidad de Madrid: 
Los dedicados a psiquiatría (Centro de San Juan de Dios, en Cienpozuelos y La Clínica de Nuestra Señora de la Paz, cerca de Arturo Soria), a neurología (Fundación Instituto San José, en Carabanchel) y a pediatría (Hospital San Rafael, en la Calle Serrano)... Pero no dice nada acerca del fundador de la Orden que, además de santo, era portugués.

En este tema de santos portugueses no es la primera omisión que observamos en relación con su origen. Al caso ya conocido de Fernando Bulhões/San Antonio de Padua, habría que añadir el de San Dámaso I, 37º papa de Roma, nacido en el 305 en Egitania (Idanha-a Velha), Gallaecia (actual Portugal) y muerto el 11 de dicienbre de 388 en Roma. Según nos cuenta José María Sanz García, el arzobispado de Madrid-Alcalá le considera hijo suyo y le dedica una Academia diocesana de Arte e Historia, contrariando las crónicas del humanista Gaspar Barreiros de 1546 que lo consideraba natural de Guimarães.

Pero, discusiones aparte, volvamos a Portugal para saber algo más de João Cidade/San Juan de Dios.

VIDA Y OBRA

Juan Ciudad nació en 1495, en un pequeño pueblo portugués, Montemor-o-Novo, Alentejo. Era hijo de André Cidade y de Teresa Duarte. Hasta los cuarenta años vivió diversas aventuras y trabajó en diversos oficios como pastor en Oropesa (Toledo), soldado en Fuenterrabía y Viena, albañil en Ceuta y librero en Gibraltar y Granada.

En 1539, mientras escuchaba un sermón predicado por San Juan de Ávila en Granada, llegó el momento de su conversión religiosa y tras una reflexión profunda decidió entregarse a los pobres, enfermos contagiosos y los más desvalidos del mundo.

Su conversión y la enfervorizada opción por los más pobres le llevó a ser considerado como un loco, por lo que fue trasladado al Hospital Real de Granada, en el que Juan Ciudad experimentó en su propia carne el cruel trato que recibían los enfermos.

Es en este momento cuando nació la vocación de Juan Ciudad de servir a los pobres: cuando se encuentran en condiciones de máxima marginación, carentes incluso de salud física y mental.


San Juan de Dios por Bartolomé
Esteban Murillo.

Entre 1538-1539, con los pocos medios a su alcance, Juan Ciudad fundó en Granada su primer hospital, un hospital revolucionario para la época, no sólo por el trato y calor humano que los enfermos recibían de Juan y sus compañeros, sino también por la idea de disponer a los pacientes separados en atención al tipo de enfermedad que sufrían y por destinar una cama para cada enfermo, algo innovador por aquel entonces.

Su fama no paraba de crecer. El obispo le cambió su nombre de familia por el de Juan de Dios y en los siguientes diez años ya disponía de otro hospital.

Sus obras y discípulos aumentaban, entre los cuales destaca Antón Martín, un aventurero con planes de venganza que una noche invernal de 1546 se cruzó por las calles de Granada con Juan de Dios, quien le convenció para que desistiera de sus planes y le siguiera.

Antón Martín de Dios

Juan de Dios murió el 8 de marzo de 1550 víctima de una pulmonía a consecuencia de haberse tirado al río Genil para salvar a un joven en trance de morir ahogado.

Su entierro constituyó una extraordinaria manifestación de duelo y fervor hacia su persona y su obra por parte del pueblo, la nobleza y las autoridades de aquella época.

Dos años después, Antón Martín se trasladó a la corte donde fundó el Hospital de Nuestra Señora del Amor de Dios, germen de los cuatro importantes centros hospitalarios antes citados de Madrid.

San Juan de Dios fue canonizado por Alejandro VIII en 1690. A su muerte su obra se extendió por toda España, Portugal, Italia y Francia. Hoy está presente en los cinco continentes.

En 1886 fue proclamado Patrono de los Hospitales y de los Enfermos y en 1930, Patrón de los Enfermeros y de sus Asociaciones. También Patrono del Cuerpo de Bomberos por su actuación durante la extinción de un incendio declarado en el Hospital Real de Granada, del que consiguió sacar ilesos a cuantos enfermos se encontraban en su interior.





San Juan de Dios salvando a los enfermos
del incendio del Hospital Real de Granada.
Manuel Gómez-Moreno González. 1880.
Museo de Bellas Artes de Granada.

ICONOGRAFÍA DE SAN JUAN DE DIOS EN MADRID

Al cumplirse el centenario del Hospital de San Rafael en 1992 se encargó a Santiago de Santiago un grupo escultórico dedicado al Fundador, de bronce y piedra, situado en el jardín de acceso. El grupo muestra al arcángel que dio la vista a Tobías, dando ánimos, con una palmada en el hombro, a quien ya no tiene más fuerzas, para que prosiga con su divina labor.

Foto: Filipa Iraizoz

En los jardines del Hospital Gregorio Marañón se encuentra otra bellísima escultura, copia de la que le hizo Jacinto Higueras en 1877, arrodillado, en actitud estática y contemplativa, durante las seis horas que dicen que estuvo orando hasta que le llegó la muerte. El original tallado en madera, obtuvo la Primera Medalla de Oro en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1920 y se exhibe en el MNCARS.


Foto: Museo Jacinto Higueras.
 

La tercera y última efigie dedicada a San Juan de Dios en Madrid se trata de una réplica en mármol blanco de un boceto en yeso del malagueño Elías Martín Riesco, discípulo de Piquer. Se titula San Juan de Dios conduciendo enfermos al hospital y obtuvo la Medalla de segunda clase en la Exposición Nacional de 1864. Fue adquirida por la reina Isabel II el 30 de junio de 1865 y posteriormente donada al Museo del Prado, de ahí pasó al Museo de Arte Moderno. La crítica contemporánea apreció mucho la obra y ese prestigio se conservó durante bastante tiempo. El fornido fundador, sostiene sobre sus brazos a un joven enfermo semidesnudo. No está expuesta.


Fuentes:

ABC
Recuerdos portugueses en Madrid. José María Sanz García. Instituto de Estudios Madrileños. 1992.
Hospital San Rafael

viernes, 15 de marzo de 2013

José Saramago



El escritor José de Sousa Saramago (Azinhaga, Santarém, Portugal, 16 de noviembre de 1922 - Tías, Lanzarote, España, 18 de junio de 2010) fue investido, tal día como hoy del año 2007, doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Madrid. En el solemne acto también fue investido doctor el filósofo y catedrático Eugenio Trías Sagnier (Barcelona, 31 de agosto de 1942 – Barcelona, 10 de febrero de 2013).

Actuaron como padrinos de Saramago, Tomás Albaladejo Mayordomo, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y los profesores doctores Javier Rodríguez Pequeño y Filipa Valido-Viegas de Paula-Soares, de la UAM.

En su laudatio, Tomás Albaladejo realizó un extenso viaje por la vida y la obra del escritor, destacando su vinculación con la Universidad Autónoma:
su obra está presente en la docencia y en la investigación de las materias de Estudios Literarios de Lengua y Literatura Portuguesa y en otras muchas áreas. José Saramago es escritor coherente tanto en sus obras como en su posición ante el mundo y la sociedad, y constituye para quienes formamos parte de la UAM una manifestación difícilmente igualable de una ejemplar ética humana y cívica asociada a una extraordinaria creatividad literaria.
En su discurso de investidura, José Saramago habló de la alegoría, y quiso explicar porqué se convirtió en una necesidad para él. Es con Ensayo sobre la ceguera cuando la alegoría entra en el trabajo de Saramago:
lo que podría haber sido descrito con las técnicas de la novela realista, pasó a ocultarse por detrás de los velos de la alegoría para así volverse más visible. 
Clausuró el acto el, por entonces, rector de la UAM, Ángel Gabilondo Pujol, quien se refirió a los nuevos doctores de la Universidad como portadores de 
aire fresco para nuestra travesía de la serena mesura de la tan necesaria palabra justa, de la melodía del pensamiento articulado y vertebrado, de lo que nos da que pensar, de lo que dice no sólo acerca de nuestra situación, sino de nuestra condición. Por eso es tan necesario y tan de agradecer su pensar hecho público. Por eso requerimos la palabra de quienes se ofrecen en sus textos afrontando el trastorno del espíritu general y aprendemos con ellos.
 
En la fila de arriba, José Saramago y sus padrinos del acto.


Premio Nobel de Literatura en 1998, es autor de una extensa e intensa obra en narrativa, teatro, poesía, ensayo, diarios, memorias y otros géneros, de extraordinaria proyección internacional desde la lengua portuguesa. Su literatura muestra la compleja realidad del ser humano en la confluencia del individuo y la sociedad.

En su visión crítica del mundo, representa y comunica, con una ruptura de los esquemas y recursos literarios convencionales, las contradicciones de la realidad en una reivindicación constante de la condición humana.

Utópico, iconoclasta, iberista militante, así se veía ante el viaje de su vida, el que fue suyo, el que puede ser nuestro:
El viaje no se acaba nunca. Sólo los viajantes acaban. E incluso estos pueden prolongarse en la memoria, en recuerdos, en relatos. Cuando el viajante se sentó en la arena de la playa y dijo:
" No hay nada más que ver", sabía que no era así. El fin de un viaje es sólo el comienzo de otro. Es necesario ver lo que no fue visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en primavera lo que se verá en verano, ver de día lo que se vio de noche, con sol donde antes caía la lluvia, ver el sembrado verde, el fruto maduro, la piedra que cambió de lugar, la sombra que aquí no estaba. Es necesario desandar los pasos dados, para repetir y para marcar caminos nuevos a su lado. Es necesario comenzar de nuevo el viaje. Siempre.


La vieja máquina de José Saramago y sus gafas en la sala
a la que da nombre en la Fundación César Manrique de
Lanzarote con motivo de una exposición dedicada a su obra.
Foto: El País.com


Fuentes:
Universidad Autónoma de Madrid.
Pensador.info. Textos de José Saramago.

Traducción texto de J. Saramago: A. Iraizoz.

martes, 5 de marzo de 2013

Dª. María Isabel de Braganza (I)

 
Retrato de Dª Mª Isabel de Braganza.
Vicente López Portaña. 1821.
 Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Foto: Pessoas en Madrid
 

María Isabel de Braganza nació el 19 de Mayo de 1797 en el Palacio de Queluz, hija de D. João VI, príncipe regente de Portugal y de la infanta Carlota Joaquina de Borbón, hija mayor de Carlos IV.

El matrimonio de sus padres, convenido para restablecer las relaciones entre ambos países, fue un tremendo fracaso en el aspecto personal. Sus personalidades totalmente opuestas generarían un conflicto permanente (en donde hubo lugar a la conspiración y a la traición por parte de Carlota Joaquina) que acabó por repercutir en el destino de sus hijos. Dos de ellos, Pedro y Miguel, abanderando respectivamente el liberalismo y el absolutismo, lucharon más tarde entre si por el trono llevando a Portugal a una cruenta y prolongada guerra civil.


D. João VI de Portugal y Carlota Joaquina de Borbón. 

A pesar de constituir un matrimonio mal avenido, los padres de Isabel tuvieron 9 hijos que garantizaban la sucesión, aunque hubiera dudas sobre la legitimidad de varios de ellos. No en vano, el último de los hermanos de Carlota Joaquina, tenía un parecido extraordinario con el amante de su madre, Godoy.

La infanta Isabel, educada por maestros próximos a la Compañía de Jesús, manifestó desde pequeña una especial sensibilidad artística por la pintura, recibiendo también clases del pintor Domingos António de Sequeira, equiparado por algunos a Tiziano.

Isabel acusó en su salud el conflicto público entre sus padres, que se separaron en 1806, quedando afectada de una ligera epilepsia.


Embarque del Principe Regente D. Joao VI para Brasil.
Gianni, Giuseppe. 1830

El 27 de Noviembre de 1807 sus padres se tuvieron que reunir, obligados por las circunstancias, para embarcarse en 14 navíos con la reina Dª María I y toda la corte a Brasil ante la invasión napoleónica de Portugal. El matrimonio viajó en navíos separados y dos meses después hicieron escala en San Salvador de Bahía. Isabel se convertirá más tarde en el único miembro de la realeza española, hasta 1910, que haya estado en las Indias.


Llegada de D. João VI a Brasil.

Continuando a su destino final, desembarcaron en Río de Janeiro el 8 de Marzo de 1808. Tras un periodo de residencia provisional en el palacio del Gobernador, sus padres volvieron a separarse e Isabel y sus hermanas quedaron  instaladas en dos haciendas con su madre, que detestó desde el primer momento estar en Brasil.


Aspecto de la calle principal de Río de Janeiro en 1818.
 Thomas Ender
 


Con el regreso triunfal de Fernando VII a España y la restauración de los borbones, en 1814 Carlota Joaquina recibió una carta de su hermano pidiendo la mano de sus sobrinas, la de Isabel para él y la de María Francisca para su hermano Carlos María Isidro.

La alianza resultaba conveniente para unir los intereses de ambas monarquías y hacer frente a la onda independentista que comenzaba a azotar las colonias americanas. Así, el 22 de Febrero de 1816 se firmaron las capitulaciones matrimoniales, pocos días después murió la reina Dª María I y el 22 de Marzo las infantas se despidieron de sus padres ya convertidos en reyes.

Isabel era poco agraciada físicamente. Con diecinueve años estaba dotada de un temperamento dócil, romántico y cándido como se muestra claramente en la carta que escribe, poco antes de embarcar, a su tío y prometido Fernando:
 




Mis deseos son sólo conocerte y agradarte, y si tuviera que soportar tus impertinencias, se que serán justas y que no serán en vano. Gracias por tu predilección por mi, mi único pensamiento es entregarte mi corazón, que sin duda fue creado para el tuyo.
 
Busto de Mª Isabel de Braganza.
José Ginés. Mármol. 2ª mitad s. XIX.
 Museo de la Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando. Foto: Pessoas en Madrid.

Al contrario, su hermana María Francisca, de sólo quince años, era el polo opuesto tanto física como anímicamente. Alta, elegante, amante de la equitación y la caza, tenía un carácter extrovertido y dominante, como el de la madre.
El viaje a España fue muy accidentado, tardando cinco meses en llegar a Cadiz. Antes de desembarcar fueron desposadas, por poderes, por el duque del Infantado. Después de una comida de gala, desembarcó la nueva reina de España con su hermana y se dirigieron a la catedral donde fue entonado un Te Deum.

El recorrido hacia Madrid estuvo jalonado por gritos de júbilo y vítores hacia ella por todas las ciudades por donde pasaba. Había corrido el rumor de la petición que hizo nada más desembarcar de que no se realizasen festejos en su honor ni gasto alguno que agravase la situación del pueblo, considerando que el escaso dinero disponible se empleara en la reconstrucción de un país asolado por las guerras.

El 28 de septiembre de 1816, media legua antes de llegar a Madrid, la comitiva real se detuvo. Allí les esperaban el rey y su hermano. Isabel debía estar ansiosa por conocer a su marido en persona. Fernando tenía treinta y dos años, trece más que ella y a su aspecto, nada elegante, le encajaba perfectamente el mote castizo de "manolo".


Retrato de Fernando VII.
Vicente López Portaña. 1821.
Museo del Prado.
Isabel había oído hablar a su madre de cómo conspiró su hermano Fernando para quedarse con el trono de sus padres, la posterior abdicación de estos y de cómo tuvo que desterrarse después a Francia tras la invasión napoleónica. Ya hacía dos años que, en el primer pronunciamiento en España, derogó la constitución liberal con sangrienta persecución para volver al absolutismo.

Pero para la nueva reina de España, consciente de que su misión era darle un heredero, todo aquello revestía poca importancia y, al contrario que su hermana, nunca se interesó por la política y mucho menos por la intriga. No sabía dónde se había metido, si bien el ambiente le resultaba familiar después de haber convivido 19 años con una madre, y ahora también cuñada, déspota y libertina.


Busto de Fernando VII. Francisco Elías Vallejo.
 Mármol. 2ª mitad s. XIX. Museo de la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando.
 


Artículos relacionados:

Dª María Isabel de Braganza (II)
Dª María Isabel de Braganza (III)

BIBLIOGRAFÍA

Infantas de Portugal, Rainhas em Espanha. Marsilio Cassotti. Ed. A esfera dos livros. 6ª ed. 2012.