Mostrando entradas con la etiqueta LUSISMOS. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta LUSISMOS. Mostrar todas las entradas

miércoles, 16 de mayo de 2012

Portagayola

Acuarela de Álvaro Peña.

Estamos en plena Feria de San Isidro y nos encontramos, dentro del rico léxico taurino, con una curiosa palabra: Portagayola. El Diccionario Espasa de Términos Taurinos, 4ª edición 1996, nos explica su significado:
Portagayola o a portagayola. Se dice de la suerte ejecutada enfrente del toril y a la salida del animal.
Y la traemos aquí porque estamos ante un bonito lusismo. En el Diccionario de Expresiones Extranjeras, de Gregorio Doval, Ediciones del Prado, 1996, también se puede leer: 
Porta gaiola (portugués, puerta de jaula), portagayola [LIT. puerta del toril]. Lance taurino en que el torero, situado frente a la puerta del toril, a menudo de rodillas, espera la salida del toro para aguantar su embestida y burlarle con el pase conocido como larga cambiada.

Recibiendo a portagayola. Fuente: El Pais.com

El cartel de la Feria de San Isidro tiene este año una buena representación del toreo a caballo portugués con cinco cavaleiros o rejoneadores:

  • Día 26 de mayo, Diego Ventura (hijo de João António Ventura). 

Diego Ventura vestido de corto. Foto: A. Portillo.
          
           y Francisco Palha.

Francisco Palha. Fuente: Touro e Ouro.

  • Día 3 de Junio (Feria del Arte y la Cultura), João Moura (que tiene un buen continuador en su hijo João Moura Jr.)

João Moura. Fuente: Portal da tauromaquia.

  • Día 10 de Junio (Feria del Arte y la Cultura), Rui Fernandes

Rui Fernandes. Fuente: Tauro Castellón.

           y Moura Caetano.

Moura Caetano. Foto: Hugo Calado.

El traje que viste el rejoneador portugués se denomina a la federica (al estilo de Federico de Prusia), indumentaria de gala, propia de los nobles caballeros rejoneadores del siglo XVIII. La cabeza se cubre con un vistoso tricornio.

sábado, 28 de enero de 2012

Abada (y II)


 
Calle de la Abada esquina Plaza del Carmen


Leyendas y misterios de Madrid de José María de Mena nos da la pista sobre la llegada del segundo ejemplar de rinoceronte vivo a Europa, esta vez a la corte de Felipe II, en el Madrid de 1581.


Nos cuenta cómo el más curioso de los papeles que llegaron a la mesa de Felipe II aquel día de mayo del año 1581 era un mensaje del presidente de la Casa de la Contratación de Sevilla, en que comunicaba al rey haber llegado en un barco procedente de la lejana isla de Java un regalo de su gobernador, don Alonso de Gaitán, en nombre del reyezuelo indígena Musuturé Fusuma. El tal Musuturé se habia enterado de que ya no era vasallo de Portugal sino del rey de las Españas, y le enviaba como presente un animal típico de aquella lejana colonia.
- El animal, señor, es tres veces como un gran buey, se alimenta de yerbas y grano, y tiene la piel gruesa y fuerte como una coraza. Es feroz y tiene un cuerno solo, y como no puede dejársele solo por el gran peligro que ello entraña, viene metido en una recia jaula de hierro.
Felipe II que deseaba siempre tener oportunidad de manifestar a su Corte y a su pueblo el poderío de su realeza, determinó de seguido hacer traer el extraño y monstruoso animal a Madrid para que, viéndolo todos, se hicieran idea de su soberana autoridad sobre paises lejanos que tan extraños animales producían.


Como el reyezuelo de Java no sabía la lengua española, el mensaje en que ofrecía el regalo venía escrito en lengua portuguesa, y como en portugués el nombre de rinocronte hembra es Abada así nos llegó el vocablo, junto con la extraña criatura.

Solo nos resta saber de qué manera se instaló en el callejero de Madrid el nombre de Abada, desde la Plaza del Carmen hasta desembocar en plena Gran Via, entre el antiguo cine Avenida y el Palacio de la Música. Si bien ya tenemos al animal exibiéndose en algún rincón de la ciudad, es necesario acudir a las leyendas madrileñas para averiguarlo.

Parece ser que la abada en cuestión se exibía en las eras del monasterio de San Martín, por donde ahora se sitúa la calle y a partir de ahí, hay varias versiones bien distintas.

Una que habla de los amores prohibidos entre un alguacil de la villa y la abadesa del monasterio, otra que habla del gran provecho que le sacaron unos espabilaos al cuerno del rinoceronte, molido en polvo, y sus supuestos efectos afrodisíacos.

Y parece que la más extendida es la que cuenta como  un joven que regentaba un horno cercano iba todas las mañanas a darle a la hembra de rinoceronte un pedazo de pan. Poco a poco se fue ganando la confianza del animal hasta que llegó el día en el que pasó dentro de la jaula a darla de comer. Tuvo la feliz idea de darle un bollo recién salido del horno, por lo que cuando la abada se lo comió, quemándose el estómago, lo pagó con el joven panadero, que murió atacado por la furia del animal.

En memoria del animal y del suceso la zona de las eras de San Martín se quedó con el nombre de calle de la Abada.



Calle de la Abada esquina Gran Vía


ARTÍCULOS RELACIONADOS:
 

jueves, 26 de enero de 2012

Abada (I)

Nos encontramos ante otro lusismo que significa rinoceronte hembra y que forma parte del callejero madrileño. Pero antes de que esta palabra entrara en nuestro idioma y se quedara entre nuestras calles, junto a la Gran Vía, hay una historia en dos capítulos bastante curiosa alrededor del paquidermo así llamado y su llegada a Europa.



 
El rinoceronte. Alberto Durero, 1515. Grabado. Museo Británico.

El primer ejemplar de rinoceronte indio visto en Europa desde los tiempos del Imperio romano fue el que llegó a la corte del rey Manuel I, el venturoso, un 20 de mayo de 1515 en Lisboa. Fue un intercambio de regalos diplomáticos entre el sultán Muzafar II y Alfonso de Alburquerque, gobernador de la india portuguesa quien decidió embarcarlo a Lisboa. Tras un viaje de ciento veinte días, el animal y su cuidador desembarcaron junto a la torre de Belém causando el lógico asombro al ser considerado hasta entonces una criatura legendaria que aparecía en los bestiarios junto al unicornio.

Continuando la tradición del rey Manuel I de hacer regalos exóticos al Papa León X a cambio de privilegios (actuación normal en la época y que hoy llamaríamos "tráfico de influencias") el rinoceronte fue nuevamente embarcado en diciembre de 1515 junto a una comitiva deslumbrante similar a la famosa del año anterior con la variante de elefante blanco indio. Esta historia es muy parecida a la narrada en la novela de José Saramago El viaje del elefante, acaecida durante el reinado de Juan III, hijo de Manuel I, con viaje por tierra y mar y con Viena por destino final. 

A su paso por Marsella, la curiosidad el rey Francisco I de Francia hizo que la comitiva tuviera que desembarcar en una isla cercana el 24 de enero de 1516 para ser admirada por el rey. Finalmente el barco naufragó durante una tormenta frente a la costa de Liguria donde el rinoceronte no pudo ser rescatado y murió ahogado. Aún así, su piel fue disecada y, rellena de paja, llegó por fin a Roma.



Gárgola-ménsula con rinoceronte en la Torre de Belém.

Estos hechos son recordados en una de las gárgolas o ménsula de la Torre de Belém, inspiraron la novela El rinoceronte del Papa de Lawrence Norfolk (de la que Saramago sería conocedor), las surrealistas escenas del rinoceronte en E la nave va de Federico Fellini, el famoso grabado de Alberto Durero, ...



Fotogramas de E la nave va. Federico Fellini. 1983
Fuente: maquinariadelanube.

La imagen de Durero de 1515 se basa en una descripción escrita junto a un boceto realizados por un artista portugués desconocido cuando nuestro protagonista llegó a Lisboa. Nunca vio Durero al rinoceronte real y a pesar de las imprecisiones anatómicas se dice que probablemente ninguna otra representación de un animal ha ejercido una influencia tan grande en las artes.


Sucesivos grabados del rinoceronte de Alberto Durero.

El segundo ejemplar de rinoceronte vivo en Europa no se volvió a ver hasta la llegada de nuestro siguiente protagonista a la corte de Felipe II en 1581 dejándonos el nombre de Abada y su calle en Madrid. Historia igualmente curiosa que veremos en la próxima entrada.

ARTÍCULOS RELACIONADOS:

lunes, 19 de diciembre de 2011

Meninas es un lusismo



La palabra menina es un lusismo, es un préstamo léxico del portugués en nuestra lengua y hace referencia a muchachita. En la época en que fue pintado este cuadro, meninas se aplicaba a las acompañantes, generalmente de familia noble, que servían como doncellas de honor a las infantas, hasta su mayoría de edad.

Todavía hoy se puede escuchar esta palabra entre las clases altas de Portugal como forma de tratamiento cariñoso que da el personal de servicio a las señoritas jóvenes de la casa.

Quedan muchos más lusismos en nuestra lengua como el arcaico afeite y los medievales regañar, moho, pulla, zorro y enfado, pero esta relación se incrementó notablemente desde el siglo XV (con los intentos de unión dinástica entre Castilla y Portugal) y hasta el final de la unión lograda por los Austrias (1580-1640). Lo portugués fue de buen tono y estuvo de moda en la corte: mermelada, caramelo, despejar, sarao, menina y echar de menos. Entraron palabras relacionadas con la navegación y la geografía como buzo, vigía, carabela, estela, chubasco, monzón, pleamar, cantil, acantilado, volcán, y criollo. Nombres de peces y animales marinos como almeja, mejillón, ostra, perca, cachalote y cardumen. Productos exóticos de las colonias como biombo, bonzo, charol, mandarín, tifón, lancha, cafre, bambú, catre, carambola, pagoda, bengala, malabar, cachimba y cacatúa. Finalmente en el siglo XVIII entraron paria, barullo, chirigota, vitola y otrora.

                                     


 Biombos atribuidos a Kano Domi. 
                 Japón. Arte Namban. 1593-1614
              Museo Nacional de Arte Antiga. Lisboa
                 Portugueses negociando en Japón.
                    
                                        
                                                               
Pero volvamos al cuadro de Las Meninas. En 1843 la tela pasó al fondo artístico del Museo del Prado. En el catálogo de las obras del museo hecho por Pedro de Madrazo -cuando era director del mismo su padre José de Madrazo- recibe por primera vez el nombre de Las Meninas. Provenía de la descripción del cuadro que realizó el pintor y escritor Antonio Palomino (1653-1726) en su obra El museo pictórico y la escala óptica, donde decía que dos damitas acompañan a la Infanta niña; son dos meninas. El éxito de este apelativo fue rotundo y las anteriores denominaciones como Retrato de la emperatriz y La familia de Felipe IV quedaron en el olvido.

El cuadro fue terminado en 1656, diez y seis años después de la proclamación de Juan IV como rey de Portugal, poniendo fin a la unión dinástica comenzada por Felipe II en 1580. En ese contexto histórico, encontramos en el cuadro otras huellas portuguesas como muestra representativa de la convivencia secular entre ambos reinos.

En Las Meninas hay dos retratos de personajes con ascendencia directa portuguesa:

                           

1.- La menina María Agustina Sarmiento de Sotomayor y Alencastre. Hija de Diego Sarmiento de Sotomayor, III conde de Salvatierra y heredera del Ducado de Abrantes por via de su madre, Catalina de Alencastre. Este apellido es derivación del Lencastre portugués, vulgarización a su vez del Lancaster introducido en Portugal por Filipa de Lancaster (1360-1415) al contraer matrimonio con Juan I (1358-1433), maestre de Avís, progenitores de la irrepetible e Ínclita geração.

El Ducado de Abrantes es un título nobiliario español, creado por Felipe IV el 23 de Marzo de 1642 para Alfonso de Lancastre y Lancastre, bisnieto del rey Juan II de Portugal. Su nombre se refiere al municipio portugués de Abrantes.

Tengo que reconocer además mi debilidad desde siempre por el retrato de esta menina, poseedora de una belleza singular e intemporal.


                        

2.- El aposentador mayor, ayuda y pintor de cámara Diego Velázquez (1599-1660). Su nombre completo era en realidad Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. Hijo de João Rodrigues da Silva y Jerónima Velázquez, ambos nacidos en Sevilla. Sus abuelos paternos se establecieron en Sevilla procedentes de Oporto.

Velázquez adoptó el apellido de su madre, según la costumbre extendida en Portugal y Andalucía, aunque en algunas ocasiones firmó como Silva Velázquez.

Para superar dos prejuicios muy extendidos en el ambiente de su época, uno sobre su ascencendencia y otro que tocaba a su profesión, ambiciona obtener en la década de los cincuenta una pública declaración de la nobleza de su linaje.

Sobre su ascendencia, debía probar que sus antepasados directos habían pertenecido también a la nobleza, no contándose entre ellos judíos ni conversos. A partir de la separación de Portugal en 1640 y consumada en 1668, los portugueses que residían en España empezaron a ser mirados con desconfianza. Sobre ellos pesaba la sospecha de que podrían pertenecer al grupo de los marranos de origen judío. Nadie podía afirmar que lo hubiera sido el padre o el abuelo de Velázquez, pero tampoco era fácil desvanecer la sospecha, porque el estado de guerra con Portugal impedía hacer las averiguaciones necesarias en la época en que Velázquez solicitó el hábito de la Orden de Santiago.


                         

El obstáculo relativo a su profesión era también fuerte: la separación entre el artista y el artesano, que ya en el siglo XVI era clara en Italia, tardó mucho más tiempo en reconocerse en España donde los artistas continuaban organizados con normas gremiales. Fue en el siglo XVIII cuando la Pintura se consideró arte liberal y no oficio manual.

Había que contar también con la protesta permanente de los militares relativa a que los hábitos y encomiendas de las Órdenes, creados para premiar servicios de guerra, se concediesen a cortesanos y burócratas.

En la investigación abierta por el Consejo de Órdenes Militares sobre su linaje, se tomaron declaración a 148 testigos. Muchos de ellos afirmaron que Velázquez no vivía de la pintura sino de su trabajo en la corte, llegando a decir los pintores más allegados que nunca había vendido un cuadro. A principios de abril de 1659 el Consejo dio por concluida la recogida de informes, rechazando la pretensión del pintor al encontrarse acreditada unicamente la nobleza de su abuelo paterno. Sólo una dispensa papal podía lograr que Velázquez fuese admitido en la orden. A instancias del rey, el Papa Alejandro VII dictó un breve apostólico el 9 de julio de 1659, otorgándole la dispensa solicitada y el rey le concedió la hidalguía el 28 de noviembre, venciendo así la resistencia del Consejo de Órdenes, que en la misma fecha despachó en favor de Velázquez el ansiado título de caballero de Santiago.

                              
             
El emblema que luce en el pecho fue pintado tres años después de la conclusión del cuadro y un año antes de la muerte del pintor. Según Palomino, algunos dicen que su Majestad mismo se lo pintó (...) porque cuanto pintó Velázquez este cuadro, no le había hecho el Rey esta merced.

Pérez Sánchez advierte en el gran maestro, ante todo, su flema, a la que repetidas veces se refieren sus contemporáneos. Una flema que refleja su tranquilo continente, su altiva superioridad que le distancia del tráfago cotidiano.

Flema. Tranquilo continente. Altiva superioridad. Descubrimos finalmente, en esta cita de Alfonso Pérez Sánchez, unos rasgos en la personalidad del pintor que, por si solos, definirían el modo de ser y el carácter portugués.

Bibliografía

Velázquez. Antonio Domínguez Ortiz. Alfonso E. Pérez Sánchez. Museo del Prado. 1990. Ministerio de Cultura