María Isabel de Braganza. José Álvarez Cubero. 1826. Foto: Museo del Prado. |
Ya desde el primer encuentro con su marido, Isabel observó, como gran aficionada que era al dibujo y al análisis de los rasgos faciales, algo de familiar en aquellos ojos saltones, cabello negro y labios finos y apretados. Pensó en sus propios hermanos, llenos de vida y actividad física pero ignorantes y ajenos a cualquier interés intelectual.
Fernando seguía la moda impuesta a la nobleza por sus padres y la duquesa de Alba de imitar las maneras y gustos castizos del pueblo madrileño como rápidamente pudo comprobar en la vulgar rima que leyó sobre un arco de bienvenida levantado para la ocasión en la Puerta de Atocha:
Entra en el seno amoroso
de tu pueblo y de tu esposo.
Posteriormente se celebró en la iglesia de San Francisco el Grande, donde se presume que muchos siglos antes estuvo una humilde casa que alojó a San Francisco de Asís, la ceremonia de ratificación de la doble boda entre las dos parejas de hermanos.
El padrino fue el infante Francisco de Paula, supuesto hijo de Godoy y hermano menor de Fernando y Carlos María Isidro, cuyos románticos rasgos de belleza masculina contrastaban fuertemente con los de sus hermanos mayores.
Dice la leyenda que, al llegar al Palacio Real, Isabel se encontró con un pasquín sobre la puerta que decía:
Fea, pobre y portuguesa, ¡chúpate esa!.Es algo bastante improbable que ocurriera debido al fuerte control policial que existía. Aún así convendría desmontar el significado de este lamentable dicho.
Si el primero de los adjetivos es bastante evidente, la fealdad de la familia, de la que tampoco se libraba Fernando, procedía claramente de María Luisa de Parma a poco que se analicen los retratos del mejor observador de la época: Goya.
El segundo adjetivo, debido a la falta de dote de las infantas, era consecuencia de la situación en que se encontraba toda Europa, arruinada por las guerras contra el imperio napoleónico. Pero la potencial riqueza comercial y de recursos de Portugal no era nada desdeñable. Tampoco el carácter austero y ahorrador de Isabel, como ya demostró a su llegada a Cádiz, debería ser despreciable en una época de recesión económica como la que se vivía.
En cuanto al tercer adjetivo es falaz ya que no tiene en cuenta la gran utilidad que esta doble boda tenía para España. En una época de germen revolucionario en América, podía ser muy beneficioso para España aliarse a un imperio con el que compartía fronteras y problemas parecidos.
Dos meses después de llegar a palacio, en noviembre de 1816, la reina ya tenía síntomas de embarazo y también, como era de esperar, Fernando comenzó a desinteresarse por ella una vez conseguido el principal objetivo.
Fernando VII es una fuente inagotable de anécdotas jocosas que a veces rozan lo inverosímil, en particular las relacionadas con su vida íntima y sus esposas:
- Es conocido el problema que tuvo, con diecisiete años, para consumar el matrimonio con su primera esposa, María Antonia de Nápoles, debido a la excesiva longitud de su miembro viril. El médico de cámara atajó el problema ideando un almohadón circular con un orificio central para interponerlo entre los cónyuges y de esa manera reducir los inconvenientes y molestias que su anormal anatomía causaba...
- Cuando el cortejo de su tercera esposa, María Josefa Amalia de Sajonia, hizo una parada en Brihuega antes de llegar a Madrid, el Corregidor de la Villa quiso obsequiar a la nueva reina con unas delicadas medias de las que se elaboraban en su Real Fabrica de Seda.
Rápidamente lo impidió un consejero real que, de acuerdo con el severo protocolo austriaco que regía en la corte, dijo ante el asombro de todos:
¡Las reinas de España no tienen piernas!.
La infeliz y cultísima reina sajona se echó a llorar y, angustiada, preguntó:
¿Y cuando van a cortarme las piernas?...
- La cándida segunda esposa, Isabel de Braganza, no se escapa tampoco de protagonizar un divertido episodio como consecuencia de los rumores que corrían sobre la afición de Fernando a frecuentar las tabernas y prostíbulos de los barrios bajos en sus correrías nocturnas.
Su innato romanticismo le hizo dudar de dichos rumores hasta que los hechos hablaron por si solos. La falta de visitas a su lecho conyugal y las insinuaciones de su espabilada hermana María Francisca le hicieron abrir los ojos.
Animada por su hermana y para intentar reconquistarlo se vistió con ropa popular, como las manolas que a él tanto le gustaban, se puso unos claveles en el pelo y de esa guisa le esperó en lo alto de la escalera.
La condesa de Fernán Núñez. Francisco de Goya. 1803. |
Pero el azar quiso que Fernando llegase acompañado de Paquito Córdoba, duque de Alagón y del criado Chamorro, amigos y cómplices de sus correrías. La reacción que consiguió provocar al verla fue de un gran susto seguido de la carcajada de los tres. Humillada como mujer y como reina, comenzó a insultarlo con las palabras más ofensivas que conocía en portugués...
La gran obra de María Isabel, por la que Madrid debe recordarla, estaba aún por llegar. Ocurrió cuando fue a pasar unos días a El Escorial y, alojada en la Casita del príncipe, decidió echar un vistazo a las obras de restauración que el rey estaba acometiendo en el Monasterio.
Artículos relacionados:
Dª María Isabel de Braganza (I)
Dª María Isabel de Braganza (III)
BIBLIOGRAFÍA
Infantas de Portugal, Rainhas em Espanha. Marsilio Cassotti. Ed. A esfera dos livros. 6ª ed. 2012.
Hola Antonio,
ResponderEliminarcomo te hemos comentado alguna vez tus artículos se leen como si fueran una novela, o el guión de una película, y el interés vaa creciendo a medida que se lee :)
Como ya comenté, ¡pobrecita!, vaya elemento tenía como marido, sean o no ciertas algunas anécdotas.
¡Gracias!
Hola Mercedes,
EliminarPues si, menudo elemento que le tocó a la pobre Isabel. Ahora sabemos un poco más de esta romántica mujer y del desafortunado dicho que la endosaron.
Me alegro que te haya gustado. Gracias a ti y un abrazo
Coincido con Mercedes. Le tocó lidiar con uno de los peores reyes de nuestra historia (y sí sí, esas anecdótas sobre su miembro son completamente ciertas).
ResponderEliminarBueno, Antonio, nos has dejado con la miel en los labios, cual maestro del suspense. Estoy deseando conocer esa gran obra de esta dama lusa, que seguro nos sorprenderá gratamente.
Muchas gracias por el enlace. A ese artículo de la Casita del Príncipe le faltaba la vida de los personajes que la habitaron y tú se la has dado.
Estupendo reportaje. Gracias y un abrazo, Jesús
Hola Jesús, a este paso voy a acabar escribiendo una nueva versión de Psicosis, jeje. La verdad es que nuestra historia tiene episodios para todos los géneros: comedia, comedia romántica, tragi-comedia, drama y tragedia. Y en este caso coinciden varios de ellos, como se verá al final.
EliminarLo de dar vida a los lugares con los personajes que los habitaron me ha recordado una visita que hice, ya hace mucho tiempo, a la torre de Pinto. Casi se notaba la presencia de la princesa de Éboli en aquellas lúgubres estancias.
Ya es difícil tocar un tema donde no se pueda enlazar contigo.
Gracias a ti y un abrazo.
Hola Antonio,
ResponderEliminarLa verdad es que esta etapa "felona" podría ser, si no borrada, al menos olvidada en la historia de España. Contiene todos los secretos para llevar a la ruina a un país. No estuvo muy acertada "Maribel" al encapricharse de este fichaje.
Esperamos nueva entrega de menos traiciones y venganzas.
Un abrazo, Hitchcock.
Hola Manuel,
EliminarSinceramente no se si hemos salido ya de la etapa "felona" porque de vez en cuando aparece un nuevo felón, donde menos te lo esperas, que nos hiela el corazón.
Maribel se encaprichó hasta que se cayó del guindo, ya demasiado tarde. Y es que el romanticismo fue una auténtica enfermedad.
De Hitchcok me quedo con Grace Kelly y Crimen perfecto.
Gracias y un abrazo.
Ella no sería muy agraciada pero tenía una calidad humana y una cultura muy superiores a las de él..que además era feo y ordinario...
ResponderEliminarEl destino de estas princesas, monedas de cambio entre los reinos, causa una gran tristeza.
Voy a por la tercera parte
Totalmente de acuerdo en las dos afirmaciones.
Eliminar¡Ánimo, ya queda menos!
Saludos