Palacio de Oriente. Madrid |
Cuando Felipe V encargó la construcción del nuevo Palacio Real, sus arquitectos Juvara y Sachetti habían pensado, ya desde su origen, rematar las cornisas del palacio con estatuas de gran tamaño y jarrones, al estilo italiano, como puede verse en el Palacio Madama de Turín (con fachada de Juvara) y en muchos otros ejemplos de la época.
Palazzo Madama. Turín. |
LA ELECCIÓN DE LAS ESTATUAS
Para escoger dichas estatuas encargó a fray Martín Sarmiento el programa iconográfico. Este propuso una metafórica lección de historia con todos los reyes de la monarquia española, comenzando por Ataulfo y terminando con Fernando VI.
El plan general contenía 80 estatuas sobre la balaustrada, 4 sobre el ático de la fachada sur, 14 en el piso principal y una serie de 36 adornos complementarios como dioses mitológicos, emperadores romanos, escudos, jarrones, etc, arrojando un total de 134 elementos escultóricos.
Los florones se irían sustituyendo a medida que apereciesen nuevos monarcas. Así la planta principal contenía 14 estatuas en todas las esquinas del perímetro dedicadas a:
Dos reyes de Aragón, D. Jaime I (Mº Aº 1276) y D. Ramiro II el Monje ( Mº Aº 1133) y dos santos patronos de España, S. Millán de la Cogolla (Mº Aº 574) y Santiago (Mº Aº 44), al Norte.
Dos reyes americanos, Atahualpa emperador de Perú (Mº Aº 1533) y Moctezuma emperador de Méjico (Mº Aº 1520), al Sur.
Dos reyes de Navarra, Sancho VII el fuerte (Mº Aº 1234) y Sancho III el Mayor (Mº Aº 1035) y dos condes de Castilla, García Fernández (Mº Aº 995) y Fernán González, al Este.
Dos reyes suevos (Galicia), Teodomiro (Mº Aº 570) y Requiario (Mº Aº 496) y dos reyes de Portugal, D. Afonso I (Mº Aº 1185) y D. João V (Mº Aº 1750), al Oeste.
PRESENCIA DE PORTUGAL
Curiosamente estos reyes de Portugal fueron, respectivamente, el que se independizó del reino de León y fundador de la monarquía lusa y el que luchó contra los Borbones en la Guerra de Sucesión en Cataluña, apoyando a Inglaterra y Holanda.
Alfonso I o D. Afonso Henriques (1109-1185) benefactor del Temple, luce anacrónicamente el collar de la Orden de Cristo, heredera de la extinta Orden del Temple en 1319 en Portugal. La estatua fue labrada por el murciano Juan Porcel, discípulo de Salzillo y cobró 15.000 reales por su labra.
D. Afonso Henriques. |
D. João V tomó partido contra Felipe V y aunque sus tropas fueron derrotadas en Almansa, sacó buen provecho en el Tratado de Utrecht. Padre de Bárbara de Braganza y suegro de Fernando VI, su talla es una buena obra de Luis de Salvador Carmona.
D. João V. |
Ambas estatuas miran a Poniente desde la esquina NW de Palacio, hacia el Campo del moro, hacia Portugal. Su elección se debe sin duda alguna a la influencia de Bárbara de Braganza sobre Fernando VI. Ambas estuvieron antes en el puente de Toledo y en la Plaza de la Moncloa, durante el periplo que siguieron muchas de ellas.
EL MONTAJE DE LAS ESTATUAS
Según se tallaban y terminaban las estatuas, se iban colocando en su emplazamiento previsto. En 1754 ya estaban todas situadas. Sin embargo con la llegada de Carlos III las estatuas y su suerte sufrieron un giro radical.
El hecho de que junto al reloj y el escudo real de la fachada Sur apareciesen flanqueándolo Felipe V y su primera mujer Maria Luisa de Saboya y Fernando VI con Bárbara de Braganza debió disgustar a la ambiciosa madre de Carlos III, Isabel de Farnesio, allí no representada o destinada a suplir algún dia uno de los jarrones.
De izquierda a derecha, Felipe V (Mº Aº 1746), Fernando VI (Mº Aº -), Bárbara de Braganza ( Mª Aº 1758) y María Luisa de Saboya (Mª Aº 1714). |
EL DESMONTAJE DE LAS ESTATUAS
Ya sea por los ecos del terremoto de Lisboa de 1755 aún reciente, por el desaire iconográfico hacia ella o por la excusa de un sueño premonitorio, Isabel de Farnesio obligó a que su hijo Carlos III ordenase la retirada de todas las estatuas. Esta operación se terminó el 18 de abril de 1760.
Sólo quedaron en su sitio los cuatro emperadores romanos. El resto permanecieron guardadas en las bóvedas de palacio bajo la terraza norte hasta el año 1787 en que se empezaron a dispersar por muchas ciudades y jardines españoles.
Así quedó el palacio hasta la restauración de 1970 en que algunas de estas efigies se colocaron de nuevo en sus lugares primitivos mientras que otras se asentaron sobre basas que no les correspondían de la fachada oriental.
BIBLIOGRAFÍA
Recuerdos portugueses en Madrid. José María Sanz García. Instituto de Estudios Madrileños. 1992
Hola Antonio, me encanta este asunto de las estatuas del Palacio Real, da mucho juego, tu bonito artículo es buena prueba de ello.
ResponderEliminarQuizá ayuda el hecho de que esconde misterios, como tantas cosas en Madrid.
Un abrazo
Hola Mercedes, me alegro que te encante el tema. He comprobado que continua escondiendo misterios porque las fuentes no se ponen de acuerdo con algún santo y algún rey godo que andan "traspapelaos" entre la fachada norte y la cornisa este, respectivamente.
EliminarUn abrazo.
Hola Antonio,
ResponderEliminarCuanta historia y cuanto peso "real" coronando el perímetro abalaustrado del palacio. No es de extrañar que a doña Isabel de Farnesio le abrumara la idea de que cualquier día se le viniera encima un rey que le aplastara su consorte corona y, mira por donde, tuvo que ser su hijastro.
Buen trabajo. Un abrazo.
Gracias Manuel,
EliminarLo de genio y figura hasta la sepultura se aplica perfectamente a "la Farnesio", personaje que se me atragantó ya desde el primer capítulo de la bárbara reina. Paradojicamente, sin su intervención, tendríamos ahora el palacio más italiano de España.
Un abrazo.
Hola Antonio:
ResponderEliminarPor fin me ha quedado clara la historia de las estatuas del Palacio Real, que siempre ha sido para mí tremendamente confusa. Gracias por la labor de documentación y por explicarlo tan bien.
Tampoco sabía que Luis de Salvador Carmona hubiese intervenido en alguna escultura, en concreto, en la de João V. Es, sin duda, la talla más bella de todas (al menos de las que yo conozco).
Felicidades por el artículo. Como dice Mercedes, el tema da mucho de sí. Un abrazo, Jesús
Muchas gracias Jesús,
EliminarEs curioso las vueltas que da la vida. Podría asegurar que aprendí a leer con los nombres de Ramiro, Ordoño, Ataulfo, Wamba y Pelayo mientras jugabamos a subir a las estatuas de la Plaza de Oriente y ahora, muchas décadas después, me preocupa donde están Afonso y João.
Me alegro que te haya gustado.
Un abrazo.