Volvamos a ojear el espléndido grabado de Jan Schorkens sobre un dibujo de Domingos Vieira Serrão de 1619, Festas do Mar, que ya tuvimos ocasión de conocer con motivo de la dramaturga Ángela de Acebedo y la pompa barroca.
Fue realizado con ocasión de la entrada del rey Felipe III, II de Portugal en Lisboa e incluido en el relato de João Baptista Lavanha con el largo título de Viagem da Católica Magestade del Rei D. Filipe II N. S. ao reino de Portugal e relação do solene recebimento que nele se lhe fez a S. Magestade y en él podemos ver las principales edificaciones de Lisboa a comienzos del siglo XVII.
Llama la atención, además del conjunto catedralicio que se eleva por Levante y el Paço Real con la torre manierista mandada construir por Felipe II, I de Portugal en el centro, el monumental palacio de inconfundible estilo Austria que se levanta hacia Poniente, rivalizando con el conjunto Real.`
Está señalado con el número 11 y si acudimos a la leyenda del grabado nos dice que corresponde a la Casa del Marqués de Castel Rodrigo que en ese momento era Manuel de Moura y Corte Real, el segundo marqués e hijo de Cristovão de Moura y Távora, quien comenzó a construirlo en 1581 y murió en 1613 sin verlo concluido.
El trienio en que Felipe II convirtió a Lisboa en su corte (del 5 de diciembre de 1580 al 11 de febrero de 1583) significó para Moura el inicio de su privanza con el rey y la obtención de numerosas distinciones. Por patrocinio del monarca se casó, en 1581, con Margarida Corte Real, cuyo señorío y mayorazgo de su Casa y Capitanías de las Azores le abrió todas las puertas del reino, incluso las del último reducto azoriano del aspirante D. Antonio, en un gesto de fuerte contenido simbólico que puso fin a la última frontera de la legitimidad del monarca.
En un solar del mayorazgo de su mujer frente al Tajo, en Lisboa, Moura mando edificar un imponente palacio que se convertiría en la mayor residencia nobiliaria de la ciudad. Estaba muy cerca del Palacio Real, separado tan sólo por unos astilleros de la Torre que Filipo Terzi estaba levantando por orden del monarca para modernizar el antiguo palacio manuelino.
Si el grabado de Jan Schorkens es la primera representación del edificio, pronto se convirtió en imagen permanente y en referencia de la arquitectura palaciega en Lisboa durante mas de un siglo, teniendo, en opinión de George Kubler, mayor influencia incluso después de la Restauración.
Los planos se deben a Baltasar Álvares, arquitecto también de la fachada del monasterio de San Vicente de Fora, de cuyas trazas se ocupó Juan de Herrera y que constituye la llave que abre, según Vítor Serrão (sobre todo en la estructura de fachada), una de las vías del nuevo estilo Chão portugués que perdurará hasta la llegada del barroco.
Las descripciones del palacio durante su primera fase de obras son escasas, si bien, una biografía de Moura hace un delicioso relato de como informó al rey sobre su construcción y la manera de solicitarle alguna ayuda económica para soportar una obra tan cara, sin conseguirlo. Llevaba siempre consigo los planos en el pecho esperando la mejor ocasión de enseñarlos al monarca sabiendo su gran afición por la arquitectura. La oportunidad surgió cuando paseando a solas con el rey este le comentó: "Buena casa Don Cristóbal me an dicho que aveis mandado labrar en Portugal". Raudo sacó Moura los planos del pecho y mostrándoselos le dijo: "los baxos, señor, ya están hechos, los altos me hará V. M. siendo servido porque no puedo llegar yo a ellos". El rey le espetó: "alquilad los baxos y con los alquileres hareis los altos". Después de aquel incidente, Moura no volvió a tratar de su palacio con el monarca y tras su muerte fue el II marqués de Castel Rodrigo quien acabó la obra.
Algo parecido ocurrió con la Quinta de Queluz, residencia de campo propiedad de su mujer, que Moura convirtió en una especie de pequeña corte durante los años que estuvo apartado del gobierno virreinal y que posteriormente su hijo Manuel transformó totalmente en una gran Quinta de recreo o Casa de Campo.
Moura también comenzó las obras de acondicionamiento de la fortaleza de Castelo Rodrigo en palacio para borrarle su connotación bélica. El castillo tenía, además de un elevado valor estratégico, un gran significado simbólico como elemento fundamental de su nueva condición señorial y por haber sido su padre, alcaide del mismo, uno de los primeros hidalgos reconocidos por la nueva monarquía.
No hay que olvidar que Moura también patrocinó la obra del monasterio de São Bento da Saúde. Edificio de inspiración escurialense de dimensiones aún mayores que el ya citado de San Vicente de Fora, patrocinado por el propio monarca. El hijo de Cristóbal de Moura y Távora, Manuel de Moura Corte Real fue quien construyó en la capilla mayor su Panteón familiar, obra encargada desde Roma al arquitecto Francesco Borromini cerca de 1635 con la intervención del escultor flamenco François Duquesnoy en el diseño de ocho sepulcros.
La arquitectura fue, como hemos visto, un magnífico recurso artístico y una herramienta muy valiosa en manos de los Moura con la que trazaron su ambicioso programa político de fortalecimiento de su presencia en Portugal.
Dos hechos posteriores borrarían todo recuerdo de los Castel Rodrigo en suelo portugués: La Restauración de la independencia en 1640 con la dinastía Braganza y el terremoto de Lisboa de 1755.
Con la Restauración se abolieron los títulos nobiliarios de los Moura-Corte Real. El palacio junto al Tajo fue expropiado y pasó a denominarse palacio Corte Real. La Casa de Campo de Queluz también fue expropiada por D. João IV integrándola en la Casa del Infantado hasta que en 1747 D. Pedro III, inicia las obras de transformación de la Casa de Campo en el palacio rococó de verano que hoy conocemos.
Debido a su fuerte connotación política y situación estratégica cerca de la frontera, el palacio-fortaleza de Castelo Rodrigo fue totalmente destruido durante las guerras de la Restauración.
El terremoto de Lisboa de 1755 se ocupó de derribar los últimos recuerdos de los Castel Rodrigo que aún quedaban en pie al desaparecer el palacio de los Corte Real junto al Tajo y los sepulcros del monasterio de São Bento. Posteriormente, con la extinción de las órdenes religiosas de 1834 el monasterio se reformó para convertirse en sede del Parlamento portugués conocido también como palacio de São Bento.
Influencias en el palacio del marques da Fronteira. Lisboa. Siglo XVII. |
Los planos se deben a Baltasar Álvares, arquitecto también de la fachada del monasterio de San Vicente de Fora, de cuyas trazas se ocupó Juan de Herrera y que constituye la llave que abre, según Vítor Serrão (sobre todo en la estructura de fachada), una de las vías del nuevo estilo Chão portugués que perdurará hasta la llegada del barroco.
Monasterio de San Vicente de Fora. Lisboa |
Las descripciones del palacio durante su primera fase de obras son escasas, si bien, una biografía de Moura hace un delicioso relato de como informó al rey sobre su construcción y la manera de solicitarle alguna ayuda económica para soportar una obra tan cara, sin conseguirlo. Llevaba siempre consigo los planos en el pecho esperando la mejor ocasión de enseñarlos al monarca sabiendo su gran afición por la arquitectura. La oportunidad surgió cuando paseando a solas con el rey este le comentó: "Buena casa Don Cristóbal me an dicho que aveis mandado labrar en Portugal". Raudo sacó Moura los planos del pecho y mostrándoselos le dijo: "los baxos, señor, ya están hechos, los altos me hará V. M. siendo servido porque no puedo llegar yo a ellos". El rey le espetó: "alquilad los baxos y con los alquileres hareis los altos". Después de aquel incidente, Moura no volvió a tratar de su palacio con el monarca y tras su muerte fue el II marqués de Castel Rodrigo quien acabó la obra.
Reconstrucción virtual del palacio del marqués de Castel Rodrigo |
La imagen del palacio del marqués junto al Paço da Ribeira definen uno de los principales espacios de poder político del reino. El carácter simbólico de este palacio pone en evidencia el propósito de los Moura de mantener una presencia sólida y estable en Portugal, dando incluso prioridad a sus intereses lusos sobre los españoles.
Algo parecido ocurrió con la Quinta de Queluz, residencia de campo propiedad de su mujer, que Moura convirtió en una especie de pequeña corte durante los años que estuvo apartado del gobierno virreinal y que posteriormente su hijo Manuel transformó totalmente en una gran Quinta de recreo o Casa de Campo.
Moura también comenzó las obras de acondicionamiento de la fortaleza de Castelo Rodrigo en palacio para borrarle su connotación bélica. El castillo tenía, además de un elevado valor estratégico, un gran significado simbólico como elemento fundamental de su nueva condición señorial y por haber sido su padre, alcaide del mismo, uno de los primeros hidalgos reconocidos por la nueva monarquía.
No hay que olvidar que Moura también patrocinó la obra del monasterio de São Bento da Saúde. Edificio de inspiración escurialense de dimensiones aún mayores que el ya citado de San Vicente de Fora, patrocinado por el propio monarca. El hijo de Cristóbal de Moura y Távora, Manuel de Moura Corte Real fue quien construyó en la capilla mayor su Panteón familiar, obra encargada desde Roma al arquitecto Francesco Borromini cerca de 1635 con la intervención del escultor flamenco François Duquesnoy en el diseño de ocho sepulcros.
La arquitectura fue, como hemos visto, un magnífico recurso artístico y una herramienta muy valiosa en manos de los Moura con la que trazaron su ambicioso programa político de fortalecimiento de su presencia en Portugal.
Dos hechos posteriores borrarían todo recuerdo de los Castel Rodrigo en suelo portugués: La Restauración de la independencia en 1640 con la dinastía Braganza y el terremoto de Lisboa de 1755.
Con la Restauración se abolieron los títulos nobiliarios de los Moura-Corte Real. El palacio junto al Tajo fue expropiado y pasó a denominarse palacio Corte Real. La Casa de Campo de Queluz también fue expropiada por D. João IV integrándola en la Casa del Infantado hasta que en 1747 D. Pedro III, inicia las obras de transformación de la Casa de Campo en el palacio rococó de verano que hoy conocemos.
Palacio Nacional de Queluz. Foto: Bestculturaltours.com |
Debido a su fuerte connotación política y situación estratégica cerca de la frontera, el palacio-fortaleza de Castelo Rodrigo fue totalmente destruido durante las guerras de la Restauración.
Portada manierista de acceso al palacio-castillo de Castelo Rodrigo |
El terremoto de Lisboa de 1755 se ocupó de derribar los últimos recuerdos de los Castel Rodrigo que aún quedaban en pie al desaparecer el palacio de los Corte Real junto al Tajo y los sepulcros del monasterio de São Bento. Posteriormente, con la extinción de las órdenes religiosas de 1834 el monasterio se reformó para convertirse en sede del Parlamento portugués conocido también como palacio de São Bento.
Palacio de São Bento. Foto: Mundocity.com |
ACTUALIZACIÓN. 16-02-2014
En 1910, tras la instauración de la República, fue hallado casualmente el Panteón bajo el palacio, fotografiándose y tapiándose su acceso en 1939.
Cripta-panteón de los Castel Rodrigo en S. Bento de Lisboa.
Fotografía publicada en el diario O Século de 20.03.1939.
Fototeca del Ministerio de Cultura, Palacio Foz, Lisboa.
Foto: Paulo Varela Gomes |
En la próxima entada conoceremos el patrimonio inmueble de los Castel Rodrigo en Madrid y veremos si corrió mejor suerte que este.
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BIBLIOGRAFÍA
Governo, Política e Representações do Poder no Portugal Habsburgo e nos seus Territórios Ultramarinos (1581-1640). Santiago Martínez Hernández (dir.). Lisboa, Centro de História de Além-Mar, 2011, pp. 69-96.
Governo, Política e Representações do Poder no Portugal Habsburgo e nos seus Territórios Ultramarinos (1581-1640). Santiago Martínez Hernández (dir.). Lisboa, Centro de História de Além-Mar, 2011, pp. 69-96.
Antonio, hemos tenido que esperar poco a esta segunda entrada y, en cualquier caso, ha merecido la pena.
ResponderEliminarDas muchas y jugosas pistas para nuestro posible ejercicio.
Ahora hemos de esperar para conocer las posesiones de los Castel Rodrigo en Madrid
Un abrazo
Rafael
Gracias Rafael, hay que ir por partes porque hay "mucha tela que cortar". Me alegro de que te haya gustado ¿Has vista la respuesta de Felipe II cuando intentaron rascarle el bolsillo? Me pareció genial.
EliminarUn abrazo
Un buen trabajo, Antonio, largo y complicado, no me extraña que te haya dado un poquito de "guerra". Muy interesante la parte portuguesa, ahora esperamos la madrileña :)
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Mercedes, muchas gracias. Si que me ha dado un poco de guerra D. Cristóbal mas que nada por querer reducir la fuerte componente política que tiene su biografía y resaltar más la humana.
EliminarUn abrazo
Hola Antonio:
ResponderEliminarMagnífico recorrido arquitectónico (como se nota lo que te gusta) y magnífica labor de documentación. Me ha llamado mucho la atención el palacio a orillas del Tajo por sus torres angulares, que sobresalen en altura únicamente por sus chapiteles. En cualquier caso, el resultado es soberbio, casi remarca más la sensación de poderío.
Felicidades y esperamos la siguiente entrega. Un abrazo, Jesús
Hola Jesús,
EliminarSi te digo la verdad, este periodo me resulta fascinante, como ya habrás notado. El palacio Corte Real tiene un estilo Austria mas endulzado y efectivamente sus esquinas solo están resaltadas por unos chapiteles muy distintos a los nuestros. Me recuerda algo al de Uceda de Madrid, que ganaría mucho con chapiteles "a la portuguesa". ¿Serían de pizarra las cubiertas? De ser así resultaría muy chocante en esa latitud del país.
Muchas gracias y un abrazo
Hola Antonio,
ResponderEliminar¡ Hay que ver la importancia que tuvo este hombre !... resulta que estuvo en el principio del Palacio de Queluz y del Palacio de Säo Bento ¡ casi nada arquitectónica y políticamente hoy en día !..., y ni siquiera tiene una calle que lleve su nombre en Lisboa ( salvo que me corrijas ).
Esperamos tu próxima entrada para saber cómo le trató la vida en Madrid y qué huellas dejó en esta ciudad esta " pessoa " caída en desgracia para la historia de Portugal.
Un abrazo.
Hola Teresa,
ResponderEliminarNo tiene una calle ni la tendrá nunca y en realidad, el panteón (obra de Borromini) existe todavía, olvidado y tapiado bajo el palacio de São Bento desde 1910 en que se descubrió.
¡Cosas que pasan!
Un abrazo