miércoles, 2 de octubre de 2013

Manuel Pereira (y II)


Iglesia del convento de San Plácido. Madrid.
Foto: turismomadrid.com


El escultor portugués Manuel Pereira instaló su prestigioso taller en la calle Cantarranas (actual Lope de Vega) de Madrid hacia 1646. Allí convivió junto a su familia, madre y hermano (el también escultor Pantaleón Gómez). Su vida conoció los éxitos y fracasos propios de los artistas, conociendo incluso la prisión en 1635 cuatro años antes de fallecer su mujer, debido a las deudas contraídas. Pudo liberarse de ella gracias a sus fiadores y colaboradores, el ensamblador Juan Bautista Garrido y el pintor Giuseppe Leonardo.   

Recibió el nombramiento de Familiar del Santo Oficio, un titulo muy apreciado por él según se deduce de su testamento, en cuyo encabezamiento antepone este título al oficio de escultor, tras presentar las pruebas pertinentes de limpieza de sangre y alegando ser descendiente de "cavalleros fidalgos del Reyno de Portugal".

Su deseo de ascender socialmente se vio cumplido al llegar a disfrutar de una desahogada posición económica y al conseguir casar a su hija Damiana con D. José de Mendieta, caballero de la Orden de Santiago, a la que también llegaron a pertenecer sus nietos.

En Madrid realizó una copiosa producción escultórica, en piedra, alabastro y madera. Sus modelos, especialmente la iconografía de crucificados vivos y santos, ejercieron una gran influencia en la escultura madrileña de su tiempo, en una época de gran demanda de imágenes para las iglesias de Madrid y alrededores.


Ya desde la capital de España realizó encargos para Alcalá de Henares, Loeches y Torrejón de Velasco -como ya vimos-, Amorebieta, Ávila, Burgos, Longares, Martín Muñoz de las Posadas, Murcia, Pamplona, Salamanca, Segovia, Sevilla y Soria.

También envió obras desde Madrid al convento portugués de Santo Domingos de Bemfica por encargo del conde de Figueiro, de las que se conservan un singular crucifijo y una Virgen del Rosario de gran dulzura en su rostro, trabajando como colaboradores su hermano Pantaleón y los escultores Manuel Correa, también originario de Oporto, Manuel Delgado y el navarro José Martínez




Fotos: Jesús Urrea

Manuel Pereira alcanzó una edad longeva, observándose en su etapa final cierta influencia de Alonso Cano, si bien durante los diez últimos años de su vida sufrió una paulatina ceguera que le fue apartando de la vida profesional.

Su ciclo vital se inició en un Portugal recién anexionado a la corona española, vivió y trabajó en un reino que fue dual más de sesenta años y murió como extranjero en Madrid en 1683 a punto de cumplir los 95 años de edad.

Gracias a las investigaciones realizadas por Mercedes Agulló Cobo y Jesús Urrea Fernández podemos hacer un completo recorrido cronológico por las obras madrileñas de Pereira, muchas de las cuales conocemos en todo su esplendor si bien, en muchos casos, la tarea de reproducirlas no resulta nada fácil por no decir que se trata de una misión imposible. Por ello agradecemos también a los autores de algunas de las fotografías que, por su dificultad, hemos utilizado para ilustrar este artículo:

  • El Cristo del Olivar, tallada en 1647, preside el oratorio de igual nombre y tiene como todos los Cristos del escultor unas esbeltas proporciones e influencias del granadino Alonso Cano.


Foto: Pessoas en Madrid


  • El Cristo del Perdón. Representaba a Cristo arrodillado sobre la esfera del mundo intercediendo ante el Padre por los hombres. Desapareció junto al convento del Rosario de Madrid en 1936. Podemos hacernos una idea suya por las réplicas que se hicieron de él como la de Comillas y la de Luis Salvador Carmona de 1751 para la Granja de San Ildefonso, repetida en Atienza y en el Convento de Nª Sª del Rosario de Nava del Rey.


Cristo del Perdón. Luis Salvador Carmona. Convento de los Sagrados
Corazones, Madres Capuchinas. Nava del Rey, Valladolid.
Foto: Domus Pucelae

  • Esculturas de San Antonio de Lisboa y Padua. Fueron talladas para la iglesia del Hospital de los portugueses. Sobre el dintel de la puerta de ingreso al templo se sitúa la hornacina que alberga la que talló en piedra hacia 1630-1647. Es una representación clásica de la iconografía del santo lisboeta a la que el autor le impregna de una especial ternura en la mirada que dirige al Niño.

Foto: Pessoas en Madrid

El retablo mayor lo preside una talla en madera policromada del santo realizada hacia 1632-1640. Se conserva muy reformada y repintada desde el siglo XVIII.

Foto: Pessoas en Madrid

  • Para la muy cercana iglesia del Convento de San Plácido realizó hacia 1668 las cuatro grandes tallas en madera policromada de San Anselmo, San Bernardo de Claravall, San Ruperto de Salzburgo y San Ildefonso. Están alojadas en las hornacinas de los machones del crucero del templo. Tienen una factura imponente con una policromía austera y expresividad concentrada. Su desigual calidad hace sospechar a Jesús Urrea la intervención de algún colaborador.



San Bernardo de Claravall.
Foto: Jesús Urrea. 

San Ruperto de Salzburgo.
Foto: Jesús Urrea.

San Ildefonso.
Foto: Jesús Urrea.

Se relacionan también con Pereira las esculturas de San Plácido y San Benito situadas en la parte baja de las calles laterales del retablo mayor.


Foto: turismomadrid.com

Y para la fachada del mismo templo talló en piedra un bellísimo altorrelieve de la Anunciación situado sobre el dintel de la puerta, así como un San Benito dentro de un nicho protegido por una reja.



Foto: Pessoas en Madrid


Foto: Pessoas en Madrid

  • Para la parroquia de San Andrés talló un gran número de esculturas entre 1658 y 1668. El retablo mayor alojaba las imágenes de la Virgen, San Andrés, San Pedro, San Pablo, Santa Teresa de Jesús, San Pedro de Alcántara, San Juan Evangelista, San Marcos, San Lucas y San Mateo mientras que la barroca capilla de San Isidro albergaba las de los diez Santos labradores (Adán, Eliseo, Alejandro, Eustaquio, Orencio, Simeón, Emeterio, Lamberto, Galdénico y Esteban). Estas últimas fueron trasladadas al Colegio Imperial en el siglo XVIII donde fueron pintadas de blanco, según el gusto neoclásico de la época. Todas ellas desaparecieron en 1936.


San Esteban labrador.
Foto: Jesús Urrea.

Antonio Palomino le atribuye también las estatuas de piedra de la Virgen, San Isidro y San Andrés perdidas a excepción de la del titular de la parroquia, que tras un largo periodo de abandono por el jardín y decapitada ha sido recientemente restaurada y colocada en una de las portadas laterales de la Capilla de San Isidro.

Foto: Pessoas en Madrid


  • San Antonio Abad fue esculpido en piedra para la portada del convento de Las Maravillas y en talla procesional para la parroquia de San Luis, ambos realizados hacia 1644 y desaparecidos en 1936.

  • Para el convento de Las Maravillas también realizó una escultura en mármol y piedra de Tamajón de la Virgen con el Niño, hacia 1644.

  • San Agustín y San Felipe fueron igualmente tallados en piedra en 1638 y en 1646 respectivamente. Los conventos de sus titulares fueron derribados en el siglo XIX.

  • Idéntica suerte corrieron las esculturas de San Benito y San Martín y sus respectivos conventos, atribuidas por Antonio Palomino y Ceán Bermúdez respectivamente.

  • El convento de Santo Tomás fue derribado tras un incendio en 1875 y con él también desaparecieron las imágenes de San Pedro y San Pablo realizadas para la capilla de Santo Domingo en Soriano.

  • La Virgen de Montserrat fue tallada en 1641 en madera policromada por el pintor y amigo del maestro Luis Fernández. Preside el retablo mayor de la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat.


Foto: Viendo Madrid


  • Santa Isabel de Portugal. Talla en madera policromada. c. 1625. 180 x 88 x 55 cm.
    Monasterio de las Descalzas Reales. Inv. 00612119.



Al conocer el carácter ascético de la obra madrileña de este escultor, podemos comprender la inquietud y admiración que esta provocaba en un inteligente y mundano Felipe IV.

Casi dos décadas después de contemplar embelesado a San Bruno, el rey tendría aún que soportar las altivas y severas miradas de San Anselmo, San Ruperto o San Ildefonso cuando este cruzara la penumbra de la iglesia de San Plácido en busca de una aventura amorosa en el interior del convento. No en vano, cuenta la leyenda, que el arrepentimiento fue grande y en pago por tal pecado ofrecería al convento el Cristo pintado por Velázquez.

Esta vez, sus pensamientos serían parecidos al nuevamente hamletiano:

Ser o no ser, esa es la cuestión.




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BIBLIOGRAFÍA:

DOMUS PUCELAE. J. M. Travieso.
lahornacina.com, Semblanzas. 

12 comentarios:

  1. Hola Antonio:
    Bravo, bravo y bravo!!! Enhorabuena por estos dos magníficos reportajes dedicados a este grandísimo escultor. La información que aportas y las fotografías recopiladas o hechas para la ocasión son dignas de figurar en la mejor de las enciclopedias de arte. Me has descubierto varias obras de Pereira que desconocía por completo. Es una pena que algunas sean tan poco accesibles, imagino que éste será el caso de las de San Plácido.

    Gracias también por el enlace. Un abrazo, Jesús

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    1. Gracias Jesús,
      Eres muy generoso. Lo cierto es que en las enciclopedias de arte solo figuran dos líneas sobre Pereira y hay que recurrir a trabajos como los de Jesús Urrea y Mercedes Agulló.
      Lo del convento de San Plácido fue imposible. Ni con la complicidad de Carlos Osorio fuimos capaces de burlar el durísimo placaje que la hermana Margarita nos obsequió para evitar que se hiciera ninguna foto.
      Habrá que pensar en otra estrategia...
      Gracias a ti y un abrazo.

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  2. Hola Antonio, desde luego ha merecido la pena la espera, has hecho un artículo magnífico, completísimo, junto con el primero ¡para guardar!.
    Es impresionante la obra de este artista, muchas gracias y felicidades por el trabajo.
    Abrazos

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    1. Hola Mercedes,
      Gracias a ti por el comentario. El artículo tiene antecedentes muy buenos como los dos tuyos y por supuesto los estudios de Urrea y Agulló. Es un artista muy grande que merecía ser estudiado más a fondo por parte de especialistas.
      Ahí queda nuestro granito de arena.
      Un abrazo.

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  3. Gracias, Antonio por tu trabajo de divulgación de la obra de uno de mis artistas favoritos, uno de los mejores escultores hispano portugueses. A ver si logramos un día que se le dedique una exposición a este genio tan escasamente conocido.

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    1. Gracias a ti, Carlos, por tu comentario. Coincidimos en la admiración por este artista. Hay que ponerse ya manos a la obra para lograr esa exposición.
      Abrazos.

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  4. Hola Antonio. Excelente el trabajo, en sus dos partes. Yo tampoco conocía gran cosa de este escultor, me ha hecho gracia el comentario sobre la hermana Margarita, me temo que en casi todas las iglesias hay una "hermana Margarita", no se dan cuenta que en el Vaticano, y mucho mas cerca en la Almudena, si dejan hacer fotos, mientras se sea respetuoso. En fin.

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    1. Hola José,
      Gracias por tus palabras. Tienes toda la razón sobre el excesivo celo en muchas iglesias. La hermana Margarita en cuestión es mínima, no llega al 1,20 m de altura, pero tiene una mala leche...
      Me alegro mucho que te hayan gustado los trabajos de Pereira. Si tu consigues alguna foto más, por favor me avisas.
      Un abrazo

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  5. Estupendos los dos artículos sobre Manuel Pereira. Si vas a Toledo, no te pierdas una Inmaculada que hizo para la fachada de las Capuchinas. Siento no haber leído con detenimiento hasta ahora los artículos y no haber advertido por ello el mensaje sobre la perdida de tu padre. Mis más sinceros sentimientos.

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    1. Muy agradecido por tus palabras, Concha. Tenía pensado en breve dar una vuelta por Toledo, de manera que no me pierdo esa Inmaculada. Pereira se merecía un estudio completo a nivel nacional (y peninsular, con Bemfica).
      Un abrazo

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  6. Hola, soy María, y quiero presentar pronto mi tesis de Historia -de la guerra civil española y el arte-.
    Leyendo su artículo compruebo que el Crucificado que Pereira hizo para el convento de Santo Domingo de Bemfica, Portugal tiene un gran parecido con el que actualmente preside la Iglesia del Colegio Valdeluz de los agustinos de Madrid. Principalmente los distinguen la disposición de los brazos. El Valdeluz fue mi parroquia hasta hace dos años. Lo único que saben de ese Cristo es que es del siglo XVII y que perteneció al convento de San Felipe, levantado a mitad del XVII, y en 1837 desmantelado y luego derribado por las desamortizaciones. Por falta de tiempo y espacio no puedo darles más datos.

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  7. Hola María, bienvenida al blog. Es muy interesante lo que aportas. Según Urrea, el cristo de Bemfica creo un tipo de crucificado de cuatro clavos que se repitió en el de Lozoya (con los brazos mas parecidos al de Bemfica) y el del Olivar. Para los Agustinos de San Felipe el Real hizo una imagen del santo titular pero ¿quien sabe si también hizo otro Cristo que es el que tú dices?
    Por favor, sigue investigando y nos cuentas más datos.
    Gracias y un saludo.

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