lunes, 29 de abril de 2013

La infanta Mariana Victoria de Braganza



Retrocedemos al último tercio del siglo XVIII para conocer un personaje muy vinculado a la historia de ambos países y cuya endogámica familia acaba por relacionarse con los Borbones y las guerras fraticidas de la siguiente centuria en Portugal y en España.

La infanta Mariana Victoria de Braganza nació en Queluz el 15 de diciembre de 1768. Era la mayor de las hijas de la reina Dª María I -primera mujer que reinó en Portugal- y de su consorte y tío Pedro III.

De ella sabemos muy poco, excepto que se casó con el infante Gabriel de Borbón, hijo favorito de Carlos III, en Aranjuez, el 23 de mayo de 1785. A cambio de esta boda y siguiendo la tradición secular se produjo otra entre su hermano João -segundo hijo de Maria I- y la infanta Carlota Joaquina- hija primogénita del futuro Carlos IV y de Maria Luisa de Parma.

Ambos matrimonios tenían pocas probabilidades de llegar a reinar pero la inespererada muerte de José, hermano mayor de João, en 1788 convirtió a este y a Carlota Joaquina en herederos de Portugal, padres de nuestra infeliz reina Mª Isabel de Braganza y de sus cinco hermanas (dos de ellas instigadoras de las Guerras Carlistas en España, como veremos en sucesivos capítulos) y de sus dos hermanos enfrentados desde 1828 a 1834 en la Guerra Civil de Portugal.  

El infante D. Gabriel nació en Portici en 1752. Fue el más inteligente y trabajador de los hijos del rey Carlos III, llegando a ser un hombre de vastísima cultura, reputado traductor de Salustio y verdadero mecenas ilustrado.


El infante Gabriel de Borbón.
Anton Raphael Mengs. Museo del Prado.

Tuvo como profesor de música al padre Antonio Soler, quien compuso varias de sus sonatas de clavicémbalo expresamente para su aventajado discípulo. Los conciertos para dos órganos fueron interpretados a dúo con él en la Basílica del Monasterio del Escorial.

En España, el infante D. Gabriel llegó a ser Gran Prior de la Orden Hospitalaria de San Juan
en Castilla y León. En 1771 encargó a Juan de Villanueva la construcción de la llamada Casita del Infante o Casita de Arriba, levantada al sur del Monasterio escurialense, casi al mismo tiempo que lo hacía su hermano, futuro Carlos IV, con la Casita de Abajo o Casita del Príncipe.


Casita del Arriba. San Lorenzo del Escorial.
Foto: Pasión por Madrid.


La pareja tuvo tres hijos: Pedro Carlos (18 de junio de 1786 - 4 de julio de 1812), María Carlota (4 de noviembre de 1787 - 11 de noviembre de 1787) y Carlos José Antonio (28 de octubre de 1788 - 9 de noviembre de 1788).

Poco después de dar a luz a su último hijo, la infanta Dª Mariana Victoria cayó enferma de viruelas, enfermedad que arrasó la familia casi al completo. La infanta murió en Madrid el 2 de noviembre de 1788 a los diecinueve años de edad. Nueve días después fallecía su tercer hijo y finalmente el propio infante D. Gabriel, que murió el 23 de noviembre en San Lorenzo del Escorial.

D. Pedro Carlos de Borbón
y Braganza.
La muerte de D. Gabriel fue un duro golpe para su padre Carlos III, que fallecería también, un mes después, el 14 de diciembre de 1788. Todos fueron enterrados en El Escorial. Al quedar huérfano Pedro Carlos de Borbón y Braganza, y quizá por cierto recelo del nuevo rey Carlos IV  hacia su fallecido hermano Gabriel, le envió a Portugal donde fue criado por su abuela materna Dª María I en Lisboa. Desde aquel momento, el pequeño infante de España, de dos años, pasó a ser también infante de Portugal.

El 27 de Noviembre de 1807, el infante D. Pedro Carlos, con veintiún años se embarcó junto a su abuela, tíos, primos y primas en el Príncipe Real, uno de los 14 navíos que les llevarían a Brasil huyendo de la invasión napoleonica.

Allí la vida era menos protocolaria que en Portugal y D. Pedro Carlos comenzó a cortejar a su prima Mª Teresa de Braganza, princesa de Beira y hermana mayor de Mª Isabel, a la que querían haber casado en 1806 con su tío Fernando VII. Pedro Carlos y María Teresa se casaron el 13 de mayo de 1810 en Río de Janeiro.

Mª Teresa de Braganza, princesa de Beira.

La joven pareja fue muy feliz durante los dos años que duró el matrimonio hasta que la delicada salud del infante se vio resentida. Tuvieron un hijo: Sebastián Gabriel de Borbón y Braganza, que nació en Río de Janeiro el 4 de noviembre de 1811, conocido por su inicial apoyo al carlismo y su participación en la 1ª Guerra Carlista.

El infante D. Pedro Carlos murió en Boa Vista el 4 de julio de 1812
, sin haber podido regresar a Portugal ni a su España natal.


BIBLIOGRAFÍA

Recuerdos portugueses en Madrid. José María Sanz García. Instituto de Estudios Madrileños. 1992.

Mujeres peninsulares entre Portugal y España. María Isabel Barbeito Carneiro. Península. Revista de Estudos Ibéricos. nº 0. 2003.

6 comentarios:

  1. Hola Antonio:
    Gracias por el enlace y la foto, ya me estoy mal acostumbrando!! ¡Qué mala suerte hemos tenido los españoles con nuestros reyes! Si en lugar del zoquete Carlos IV hubiese gobernado el Infante Don Gabriel, seguramente nos hubiese ido mucho mejor.

    Un abrazo, Jesús

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    1. Hola Jesús,
      Tienes razón. El virus de la viruela se equivocó de palacio. Si hubiese visitado el de Carlos IV nos habríamos librado de un montón de patanes y disgustos aqui y en Portugal. Peor es imposible que nos hubiese ido.
      Gracias a ti por el acertado comentario y un abrazo.
      Antonio.

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  2. Gracias, Antonio, ¡continúo aprendiendo con tus excelentes lecciones de Historia!!
    Un abrazo

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    1. Hola Mercedes, gracias a ti por lo que dices. Como comentaba a Jesús, nuestra historia y la de nuestros vecinos podía haber sido muy distinta sólo cambiando un personaje. La conclusión sería que hay que aprender del pasado para que los errores no se repitan.
      Un abrazo.

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  3. Hola Antonio,
    Como siempre, fantástica labor histórica la que nos vas desgranando.
    Como bien decís, todo hubiera sido muy distinto si el susodicho virus se hubiera equivocado de cuerpo destinatario pero, ya se sabe, Dios da mocos a quien no tiene pañuelo...y viceversa.
    Un abrazo.

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    1. Hola Manuel,
      ¡Que bueno! No me acordaba de ese dicho pero si lo juntamos al de Dios escribe derecho sobre renglones torcidos, el tema queda algo más esperanzador.
      Gracias y buen puente o acueducto, según los casos (yo sólo puente).
      Un abrazo

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