martes, 9 de abril de 2013

Dª María Isabel de Braganza (y III)

Mª Isabel de Braganza. José Álvarez Cubero.
1826. Museo del Prado. Foto: El Mundo.es

El 21 de agosto de 1817 nació en Aranjuez, para disgusto del rey, la primera hija de ambos. A petición de la reina y en honor a su suegra le pusieron el nombre de María Isabel Luisa, a pesar de no sentir Fernando ningún afecto por su madre. La niña era de constitución enfermiza y murió cinco meses después.

Ante la necesidad de tener un heredero, Fernando volvió a frecuentar el lecho de su mujer. El 31 de enero su cuñada, María Francisca, daba a luz un robusto varón al que llamaron Carlos y que automáticamente quedó en el segundo lugar de la línea de sucesión.

Así como Fernando sentía un gran afecto por su hermano Carlos María Isidro, de carácter tímido y al que protegía, la relación con su cuñada era de total aversión por ver reflejada en ella lo peor de su propia madre, María Luisa de Parma, y por pensar que influía negativamente en su hermano. No en vano, en el nacimiento de este sobrino estaba el germen de las fratricidas Guerras Carlistas.


Casita del Príncipe. Foto: Pasión por Madrid.


Palacio de Queluz. Lisboa. Foto: Panoramio.com
Como ya adelantábamos al final de la segunda parte, la reina fue a pasar unos días a El Escorial, aprovechando el buen tiempo. Se alojaba en la Casita del Príncipe, pequeña y refinada construcción neoclásica que quizá le recordaba algún palacio de Lisboa y cuyo jardín con magnolios le servían de inspiración para sus pinturas.



Durante la reciente Guerra de Ia Independencia, el cercano Monasterio de El Escorial había quedado dañado, por lo que Fernando inició las obras para su restauración.  Sabiendo que su mujer poseía la sensibilidad y el gusto artístico que a él le faltaba, en un arranque de cordura, le pidió que le acompañara y que le diera consejos sobre los trabajos a realizar.

Movida por la curiosidad, Isabel bajó a los sótanos donde descubrió una gran cantidad de pinturas amontonadas. Eran las obras de grandes maestros italianos, flamencos y españoles que el afán coleccionista de los austrias y en particular de Felipe IV hizo que se fueran  acumulando en el Alcázar de Madrid y de cuya compra se encargó en muchos casos Velázquez durante sus estancias en Italia.

Muchas de las pinturas fueron llevadas allí salvadas del incendio que destruyó el Alcázar durante la época de Bárbara de Braganza y después nadie se preocupó de llevarlas de nuevo a Madrid. Otras fueron expoliadas y depositadas allí por los invasores franceses a la espera de ser enviadas a Francia como botín de guerra, siguiendo la costumbre de los ejercitos imperiales. 

Entusiasmada con su descubrimiento, Isabel comentó lo sucedido con los cortesanos de más confianza quienes le dijeron que José Bonaparte tuvo la intención de llevarlas a Madrid para mostrarlas al pueblo como ya se hiciera en el Louvre con las pinturas de los Borbones franceses.

Isabel pensó  exponerlas, en un principio, en el desaprovechado Palacio de Riofrio mandado construir por Isabel de Farnesio. Pero Goya le aconsejó llevarlas a Madrid donde las pinturas podrían ser vistas por un mayor número de visitantes. También le aconsejó que aprovechase un edificio inacabado destinado a Gabinete de Historia Natural y mandado construir por el abuelo de Fernando, Carlos III, a Juan de Villanueva.


Mª Isabel de Braganza, reina de España,
como fundadora del Museo del Prado.
Bernardo López Piquer. 1829.

Durante la Guerra de la Independencia el futuro Gabinete de Historia Natural había quedado muy deteriorado al servir de Cuartel del ejercito francés.



Poco tiempo después el rey firmaba el inicio de las obras del edificio donde se instalaría el actual Museo del Prado.



De vuelta en Aranjuez, Isabel volvió a quedarse embarazada. Tal vez por un episodio epiléptico ocultado, los médicos pensaron que este nuevo embarazo sería dificultoso. La preocupante noticia fue propagándose por todo el reino y comenzaron a llegar de todos los rincones reliquias de los santuarios que, tradicionalmente, podían favorecer el parto, como el Santo Maná o los huesos de San Nicolás de Bari.

Mientras tanto, Fernando continuaba con sus aventuras extramatrimoniales que contrariaban tanto a la reina y... no sólo a ella.

Un coronel del recién instituido Cuerpo de Policía del Real Sitio llamado Trinidad Balboa tuvo la osadía de, queriendo demostrar que ni S.M. se escapaba de su control, enviar una nota al rey que decía:


Que no hay más novedad que no sea la alarma en la que viven los fieles súbditos de Su Majestad temiendo que los aires fríos y húmedos de la noche en los jardines ataquen su preciosa salud
A lo que el rey replicó:
Hay una cierta clase de investigaciones que podrían acabar con un viaje a Ceuta.
(Lugar donde eran llevados los funcionarios como castigo).

La noticia del difícil desenlace del parto llegó hasta Brasil desde donde Carlota Joaquina pidió a su hermano Fernando que cuidase especialmente de su hija.

El 26 de Diciembre de 1818 comenzaron las contracciones y a su habitación se dirigieron los médicos, el cirujano, su hermana María Francisca y un preocupado Fernando, tanto por la suerte de su mujer como por la falta de heredero.

A pesar de todos los esfuerzos por parte de la reina y de los médicos, no conseguían que el parto avanzase y la prolongada fatiga provocó en Isabel una crisis epiléptica que fue paralizando todo su cuerpo hasta quedar inerte sobre la cama, rodeada de relíquias.

El cirujano pidió autorización al rey para efectuar una cesárea a lo que Fernando dio el visto bueno a pesar de que María Francisca insistía en que las crisis epilépticas que sufría su hermana no eran motivo para darla por muerta. Además ninguno de los presentes tenía título con competencia para realizar esa intervención, por lo que tuvieron que llamar al doctor Agustín de Frutos.

Cuando este comenzó a abrir el vientre de la reina con bisturí, Isabel dio un grito terrible de dolor a pesar del cual la operación continuó, en medio de una enorme hemorragia que le causó la muerte. El médico consiguió sacar el bebé, una niña muy débil, a la que trataron de reanimar sin éxito, muriendo también a los pocos minutos.

Al no haber dado hijos a la corona, la reina por cuya iniciativa fue creado el Museo del Prado, fue enterrada en el Panteón de Infantes de El Escorial. Un lugar inapropiado e injusto, desde nuestro punto de vista.

Cinco meses después, Fernando VII, con treinta y cuatro años se casaría con María Amalia Josefa de Sajonia, de quince años, la tercera de sus cuatro esposas, aquella que llegó a pensar que en España se cortaban las piernas a las reinas y que, visto lo visto, no andaba muy desencaminada.


Fernando VII con manto real.
Francisco de Goya. 1815. Museo del Prado.



Actualización del 19 de Abril de 2013:

Con motivo del primer embarazo de la reina, el Ayuntamiento de Madrid le regaló el denominado Casino de la Reina, según acuerdo que se llevó a cabo el 5 de abril de 1817. Era un palacete de recreo romántico con grandes jardines.


Alegoría de la donación del Casino a Isabel
de Braganza. Vicente López. 1818.

Entre sus obras de arte destacaban los techos pintados por Juan Gálvez y Zacarías González Velázquez que actualmente se encuentran en el Museo Romántico y sobre todo, el cuadro pintado por Vicente López Alegoría de la donación del Casino a Isabel de Braganza, actualmente en el Museo del Prado.

Detalle de la alegoría con el Casino de la reina.
Foto: Museo del Prado.


Artículos relacionados:

Dª María Isabel de Braganza (I)
Dª María Isabel de Braganza (II)


BIBLIOGRAFÍA

Infantas de Portugal, Rainhas em Espanha. Marsilio Cassotti. Ed. A esfera dos livros. 6ª ed. 2012.

10 comentarios:

  1. Hola Antonio:
    Magnífico colofón. A esta desdichada reina le debemos, sin duda, la joya más valiosa de Madrid y casi diría que de España. Me uno a tu indignación sobre la inconveniencia de su enterramiento, fuera del Panteón de los Reyes.

    Gracias por utilizar mi blog como referencia fotográfica. Es todo un lujo aparecer en estas páginas!!

    Una abrazo, Jesús

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    1. Hola Jesús,
      El Panteón de Reyes es como un selectísimo club donde sólo tienen cabida los reyes padres de reyes. Pero no se tienen en cuenta otros méritos como los que ostenta esta desdichada reina, además de haber dado dos hijos a la corona y su propia vida con ello.
      Nos quedamos con la enorme vida del Prado, representada en la primera fotografía de "la otra ampliación" que parece dedicada a ella.
      El lujo es tener tanto buen material en tu blog para enlazar.
      Gracias a ti y un abrazo.

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  2. Hola Antonio, ya lo creo que es magnífico este último capítulo de tu homenaje a Isabel de Braganza, y muy emotivo. Seguro que tuvo sus momentos de felicidad, y nunca le agradeceremos bastante su amor al arte gracias al cual tenemos el maravilloso del Prado, pero repitiéndome una vez más, ¡pobrecita!
    Un abrazo y enhorabuena por esta serie

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    1. Hola Mercedes,
      Si que ha quedado un poco melodramático pero se merecía el recuerdo, aunque sea duro.
      Seguro que momentos de felicidad los tuvo al bajar a los sótanos del Monasterio y encontrarse con esas joyas o al hablar con Goya, planear que hacer con ellas y pensar en el pueblo de Madrid.
      Gracias y un abrazo.

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  3. Hola Antonio,
    Realmente injusto el último trato que se le dió a la pobre Isabel pues, por sus méritos, se mereció más que algún socio de ese "club" un lugar más regio para su morada final. Qué rey mas nefasto, por imperativo legal, se tuvo que tragar España y que reina consorte mas "guay" nos regaló Portugal.
    Magnífica trilogía, maestro. ¿Para cuándo negro sobre blanco?
    Un abrazo.

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    1. Hola Manuel,
      Desde luego que fue nefasto aunque, eso si, dejó montones de anecdotas y chascarrillos como su mejor legado.
      La próxima vez que vaya al Panteón de reyes voy a pedir el libro de reclamaciones, no por mi si no por la amiga Mª Isabel.
      No pillo lo de negro sobre blanco, ultimamente estoy bastante espeso, no se si por la primavera o por la última bronquitis gorda que tuve. Dame otra pista, please.
      Gracias y un abrazo

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  4. Hola de nuevo,
    ¡No estás espeso, no, la bronquitis, la prima Vera o las vacaciones te han dejado mas bien sólido!
    Quería y quiero decir, simplemente, que esa agradable facilidad de narración que tienes ¿para cuándo sobre papel?, impresión, editorial, libro, etc.
    Anda, ponte bueno de lo tuyo.
    Otro abrazo.

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  5. ¡Aclarado! Ya me estaba preocupando.
    Gracias por tu opinión, es algo que tengo in mente. Pienso que antes debería completar la serie con algunos básicos que aún están pendientes. Por ejemplo, me gustaría hacer Pereira con fotos propias, del que ya tengo bastantes pero me falta el convento de S. Plácido, que se me resiste.
    Luego buscar apoyos, también desde Portugal. Pero está claro que acabará en negro sobre blanco, como bien dices.
    Abrazos.

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  6. Siempre que voy al Prado...y voy mucho...me paso a saludarla...Cuando la ampliación última del Prado colocaron su estatua en un lugar que me pareció totalmente inadecuado (junto a unos servicios) y mandé una carta de queja...a la cual me contestaron rápido diciendo que logicamente era provisional y que después la pondrían en un lugar destacado... asi que fijate si la estimo.
    Enhorabuena por tus tres post sobre Isabel de Braganza que nos hizo tan magnífico regalo.

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    1. Muy bien hecho lo de la protesta. Yo también suelo hacerlo cuando veo cosas raras.
      Gracias a ti he releído estos tres post y no es de extrañar la estima y simpatía que provoca esta reina.
      En relación con el panteón de reyes del Escorial, debían habilitar un panteón intermedio para estas reinas, que no infantas, y que dieran o no herederos cumplieron como tales.
      Muchas gracias y un saludo

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